Transición energética. Desde un punto de vista energético no hay ningún problema en sustituir las renovables por nucleares. Lo que pasa es que puede haber algunas dificultades si en lo que se fija uno en el tema horario. Si se piensa, a lo mejor en un 15 de diciembre que haga frío y esté nublado la cosa cambia. Más aún si no hay sol ni tampoco viento por la influencia de un anticiclón y que, además, los embalses estén bajo mínimos porque apenas haya llovido durante el otoño. Puede pasar que se den simultáneamente todas estas circunstancias. Entonces habrá que recurrir al gas de forma puntual. Sin embargo, durante el resto del año, especialmente desde marzo a octubre, la mayor parte de la producción eléctrica se hará con energía solar y eólica.

El problema no es que las renovables sean inconstantes… También lo es que las nucleares sean demasiado constantes. Es tan mala una cosa como la otra, la excesiva continuidad como que haya que esperar a que salga el sol o sople el viento para producir electricidad. La cuestión es que, sea como sea, lo que le gusta a todo el mundo es que cuando se pulsa un interruptor se haga, como por arte de magia, la luz. Y quien dice iluminar una habitación también se refiere a poner la lavadora o a cargar el coche eléctrico. Como es normal todo el mundo la quiere siempre disponible. Pulsar el botón y que se encienda la bombilla.
Por este motivo, es igual de malo una central nuclear que siempre está produciendo la misma cantidad de energía. La razón es muy sencilla, las personas no quieren ni necesitan la misma cantidad de electricidad a todas las horas del día. ¡Está claro! Por las noches el consumo es menor por la sencilla razón de que en ese momento suelen estar dormidas. Exactamente igual. Digan lo que digan sus defensores… También tienen un problema de adaptación para lo que en realidad necesita el ser humano. Ni más ni menos que encender una bombilla cuando quiera.

Para conseguirlo, como ya se está haciendo hay otras cosas. Más alternativas. Existen fuentes variables y adaptables a la demanda. Básicamente aquellas que queman algún combustible fósil para generar electricidad. Este es el caso de las centrales de ciclo combinado de gas que, por cierto, se pueden poner en marcha muy rápidamente para ajustarse a las necesidades. Además, otras como la hidroeléctrica también son una buena opción. Se puede guardar el agua para cuando más interese utilizarla. Y, por último, están las baterías de almacenamiento. Todas estas tecnologías ayudan a lo realmente importante que es adaptar la curva de la oferta a la de la demanda. La moraleja es clara. Tan mala es una fuente constante como las nucleares que siempre producen la misma cantidad de energía como la discontinuidad de las renovables.