La magia de la electricidad da un paso más hacia la sostenibilidad y las cero emisiones, pero en su camino el almacenamiento de energía encuentra barreras que dificultan su participación en los procesos del sector eléctrico para aportar aún más valor.
Pues no hay que darle muchas vueltas, ni andarse con rodeos. Las barreras al almacenamiento de energía son esencialmente regulatorias. Sí, las tecnológicas también están ahí, pero se vencen a tal velocidad que, más que una dificultad, son un desafío. Se puede ver a diario con móviles y ordenadores, sin ir más lejos. A cada nuevo modelo, en poco tiempo, siempre aparece una nueva versión mejor, más rápida y con mayor duración de la batería. A veces no pasan ni un par de meses. Lo mismo sucede ahora con la electricidad, pero con una dificultad añadida. Es un sector en el que 10 años se consideran corto plazo… No hace falta decir mucho más. Bueno, sí. Hay otra cosa. Cuando se diseñó el sistema eléctrico nadie pudo ni imaginar que llegarían tecnologías de almacenamiento que lo revolucionarían por completo mejorando su eficiencia.
Eximir de los peajes y cargos que correspondan a los servicios de almacenamiento de energía es insuficiente. Se debe dar un paso más en la actualización de la legislación que es la gran barrera para su correcta retribución y en las mismas condiciones para todos.
De eso han pasado ya 30 años y poco o nada ha cambiado. Demasiado tiempo al ritmo al que avanza la tecnología, ahora se han juntado los deberes. Tantos que ya es un problema y ¡de los gordos! Nada mejor que ponerlo en práctica para comprobarlo. Pues eso es lo que ha hecho Jorge Morales de Labra durante un webinar de la Unión Española Fotovoltaica: predicar con el ejemplo. Si hay un caso que todo el mundo tiene en la cabeza al hablar de almacenamiento de energía es éste. Grandes baterías conectadas a la red que guarden energía en las horas de mayor producción y la liberen en las de menor generación. También cuando sobre, que es algo que va a empezar a pasar muy pronto en España con la solar. Almacena en los momentos de más sol y libera en la punta de la tarde. Sencillo y efectivo.
Así, completaría un ciclo al día, 7 a la semana, y 365 al año. Lo que a todo el mundo le parecerá evidente es que no tiene que pagar un peaje por comprar la energía que luego devuelve a la red. Actúa entre los dos horarios y debe obtener la diferencia de precio entre ambos. Otra cosa es ya si se debe hacer una subasta para tener una garantía de retribución por la nueva función que desarrolla en el sistema. Hasta ahí todo bien, pero esto se va a ir complicando. ¿Qué pasaría si en lugar de una gran batería de 200 MW lo que hay son miles de pequeñas baterías en sistemas de autoconsumo particulares? Pues sí, la cosa se complica. Todo porque la red de baja tensión puede prestar aún muchos más servicios que la de transporte. Muchos más.
Tantos que a la mayoría ya no le parecerá tan bien que, consumir de la red mientras se almacena en una batería, esté exento de su pago. Daría lugar a un arbitraje distinto del propio sistema de peajes. Eso sin tener en cuenta los cargos, cuyo importe puede ser aún mayor. Pues todavía se le puede dar una vuelta de tuerca más. Más retorcido. ¿Y si en lugar de esas baterías físicas estáticas lo que se cargan son las de los coches eléctricos? Es decir, almacenar energía, pero no para devolverla a la red sino para transformarla en movimiento. Energía mecánica, más difícil todavía. A partir de ahí, las variables a tener en cuenta son muchísimas. Demasiadas. Cada vez más. Lo que hace que ahora mismo, con la configuración que tiene el sistema eléctrico, no sea nada sencillo retribuir el almacenamiento, ni los servicios que presta.
Ahí es donde debe estar la clave para derribar la barrera regulatoria, en los servicios. No son lo mismo unos que otros. Precisamente, si se habla de servicios, el primero en el que se debe pensar es en el de complementar a la generación renovable. El compromiso de cero emisiones para el año 2050 solo es posible almacenando energía para cuando no haya ni sol ni viento. El más urgente en desarrollar, pero no quiere decir que no haya otros complementarios. Así, lo primero es lo primero. Trabajo muy detallado, pero interesante. Ver qué servicio se puede prestar, en qué condiciones y cómo se le pueden eximir de cargos. Solo si es posible y no siempre lo será. Incluso hay que evitar que se produzcan desigualdades entre empresas y particulares.
Así, la legislación, servicio por servicio y en todos los que se identifiquen, debería eximir de los pagos regulados que correspondan y en la medida en la que sea razonable. Siempre caso por caso como en el desplazamiento de energía renovable de unas horas a otras.
No debería haber diferencia entre el promotor que invierte en una batería con el único incentivo de capturar la diferencia de precio entre diferentes horarios y el usuario que en vez de conectar la aerotermia a las 3 de la tarde lo hace a las 9 la noche. El servicio que prestan al sistema es el mismo: ninguno, ¿verdad? Ambos están arbitrando, sin más, contra el precio de mercado. Cada uno dentro de sus posibilidades. Pues bien, si el particular debe pagar cargos y peajes por el consumo de la red, el empresario también, si se conecta. Más complicado de lo que parece. Por eso, es más necesario que nunca una actualización regulatoria detallada, servicio por servicio para garantizar que el almacenamiento de electricidad se dé en igualdad de condiciones. Barreras que hay que ir derribando con mucha energía para dar luz al futuro.