La mayor crisis energética de los últimos 40 años necesita de respuestas y antes incluso de las oficiales han llegado las de los ciudadanos con sus cambios de hábitos de consumo.
«No es el más fuerte de las especies el que sobrevive. Tampoco lo es el más inteligente sino aquel que es más adaptable y responde mejor al cambio«. Charles Darwin.
No importa de la adversidad de la que se trate o a la que haya que hacer frente… Al final siempre si hay algo sorprendente es la capacidad de adaptación del hombre a cualquier circunstancia. Sin excepción, sea la que sea, y, además, cada vez de forma más rápida. Ya lo supo ver Darwin hace ya un par de siglos, pero ahora el ritmo es mucho mayor. A la altura de la aceleración de los acontecimientos de los últimos tiempos. Casi instantánea y se ha visto durante la pandemia o con la nueva tarifa de la luz… El mismo día en el que se puso en marcha todo el lío de los tramos horarios justo a medianoche hubo un pico de consumo equivalente a medio millón de lavadoras funcionando de manera simultánea. ¡Demasiada casualidad! Lo más curioso es que se hace con tanta naturalidad que casi pasa desapercibida.
Por eso, y con razón, Charles Darwin lo llamó adaptación natural. Da igual la circunstancia… No es ningún secreto que la guerra en Ucrania está impactando directamente en la economía de las familias. Están en peligro y necesitan respuesta rápida. Pues tan solo un mes después de iniciarse el conflicto ya se puede cuantificar. Así, más del 62% de los españoles ha reducido el consumo de electricidad debido a su encarecimiento tras el inicio de la invasión, aunque ya venía de antes. Del mismo modo, casi uno de cada 6 ha decidido usar menos el coche y es que el aumento del precio de la gasolina tampoco ha sido para menos. Exactamente igual que con el gas. De los 20 euros por MWh se ha multiplicado por seis hasta llegar a los 120. Por eso, casi la mitad ya están tratando de bajar también el uso de la calefacción.
El 44% también ha modificado la cesta de la compra tras la escalada de precios y el temor al desabastecimiento. Es más… el 22% reconoce haber hecho acopio de alimentos por si acaso.
Esto ya es más preocupante. Muchas son eléctricas, pero la mayoría funcionan con gas. Y aunque el que se usa en casa da la sensación de no haber subido tanto como el que se usa para generar electricidad muchos son los que se lo piensan bien antes de encender la caldera. La mayor crisis energética desde la del petróleo de los años 70, pero ahora con el gas como protagonista. Por eso, hay que mirarlo con lupa. No es del todo cierto que el de los hogares se haya incrementado menos. Eso sí, apenas se ha notado para unos 9 millones de consumidores. En torno al 30% del total que son los que tienen la tarifa oficial. Así, se les ha limitado el incremento, pero de forma artificial. Solo durante el invierno y la diferencia habrá que pagarla más temprano que tarde. El gas como problema que necesita adaptación.
En definitiva, nuevos hábitos de vida para adaptarse a los cambios y hasta aquí todos tienen algo en común. Están relacionadas con la energía y no es para menos. Por eso ya se han puesto en marcha algunas medidas: limitar el precio para la generación, subvención a los combustibles, … ¡20 céntimos de ahorro por litro! Y aunque sea de carácter temporal ya está ayudando, pero también hay que pensar en lo que pueda pasar en el futuro. Nuevas sanciones a Rusia o el tiempo que se prolongue la guerra son determinantes y eso que el petróleo tampoco, en este caso, es tan importante como el gas. Tiene cierto impacto, pero se puede compensar con el de otros países. Además, siempre surgen nuevas variables. De hecho, ya se está compensando por el descenso de la demanda en China debido al Covid-19. Adaptación siempre pase lo que pase.