El de la energía es un mundo lleno de contradicciones. También complicado y la crisis ha potenciado aún más si cabe las incoherencias y la doble moral en su uso.
Sanciones a Rusia, pero se le sigue comprando el gas como si no pasara nada. Incluso en mayores cantidades que antes. También más caro. No a las nucleares, cuando, en realidad, al pulsar un interruptor lo único que se quiere es que al final la bombilla ilumine. Da igual de dónde venga. Siempre sin preguntas. Lo importante es que esté ahí disponible en todo momento. Siempre incluso cuando se va a la gasolinera, pero mejor que las exploraciones de petróleo no se hagan en el Mediterráneo. Doble moral energética que hace que, en la búsqueda de soluciones para reducir la dependencia de gas ruso, se haya reabierto el debate sobre el fracking. Por cierto, prohibido en España por la Ley de Cambio Climático y Transición Energética.
Sí, es muy parecido a lo que sucede con las nucleares, como ha explicado Jorge Morales de Labra en El cascabel de Trece TV. ¡Nucleares, no gracias! Pero solo hasta que se va a encender el aire acondicionado y se necesita la energía. Eso sí, entonces se le compra a Francia. En situaciones como la actual incluso parece lícito pensar en la prolongación de la vida útil de las centrales que estaba prevista para dentro de 10 o 15 años. Pues con el fracking sucede un poco más de lo mismo. Prohibido en la Unión Europea por ser una técnica muy agresiva con el medioambiente. Tampoco hay que olvidar que en España una parte importante del PIB a través de turismo y de otros sectores está directamente relacionado con el respeto por el entorno. Sin embargo, es la tecnología que está conteniendo el precio y suministro de gas.
El de la energía es un mundo complicado y, sobre todo, lleno de intereses y contradicciones que la crisis energética ha puesto de manifiesto más que nunca antes con la guerra entre Rusia y Ucrania.
Lo que más o menos lo mantiene, sin llegarlo a abaratar, es el gas que llega a través de barcos desde Estados Unidos. Se han aumentado las importaciones de este país hasta el punto de que ya es el principal suministrador de esta materia prima de España. La tendencia se ha invertido y ya ha superado incluso a Argelia. Y, claro, lo que debería saber todo el mundo es que el gas que viene de Norteamérica se obtiene precisamente mediante el fracking. Aun así, son muchos los que prefieren mirar hacia otro lado. Igual que todos aquellos que van en coche de combustión a todas partes, pero luego se niegan a que haya exploraciones de petróleo en el Mediterráneo. Contradicciones en el uso de la energía y no solo con el transporte. También con la calefacción y en la cocina. ¡Fracking, no gracias! Y luego los termostatos a 24ºC.
Estados Unidos y Europa han llegado a un acuerdo histórico. Incrementarán las exportaciones de gas. Paso importante para reducir la dependencia del gas de Rusia, pero insuficiente.
Posturas incoherentes y, sin embargo, la mejor de las soluciones siempre ha estado ahí mismo. A la vista de todos y combina a la perfección ambos factores: energía y sostenibilidad. Todo con algo en lo que España sí que es líder mundial. El sol y el viento son el auténtico oro negro (más bien verde) español. Por lo tanto, la alternativa aquí no es el fracking ni gaseoductos o cualquier cosa que se le parezca. De lo que se trata es de acelerar el desarrollo de tecnologías 100% renovables para asegurar la independencia. No es solo cosa de instalar paneles solares y aerogeneradores. También tiene que ver con el hidrogeno, el almacenamiento, … y más. Ya se sabe que no siempre se dan las condiciones meteorológicas para asegurar la producción. Hasta eso se puede compensar, pero …
Hay que ponerse las pilas ya mismo. La solución en España debería ser esa y no tanto pensar en el pasado. Nada de fracking, nucleares o de construir un nuevo gaseoducto. Si algo está demostrando la crisis energética es que hay que planificar mucho mejor la transición. Es decir, mientras la gente siga teniendo un coche de combustión y necesite gasolina o utilice una calefacción de gas no se puede seguir cerrando los ojos y decir que ya vendrán las renovables a solucionar todo esto dentro de 20 años. Mientras, hay que seguir pagando las facturas y cada vez se está haciendo más difícil. Por eso toda la Unión Europea y, en especial, España debería hacer una profunda reflexión para planificar mucho mejor la transición. Todo para que se pueda seguir disponiendo de la energía con el menor impacto medioambiental posible.