¿Por qué cuando sube el petróleo el precio de la gasolina se dispara automáticamente como un cohete y cuando baja lo hace de forma más lenta y sostenida igual que una pluma?
Existen teorías y leyes que por raras y disparatadas que parezcan al final se acaban cumpliendo siempre. Igual no es para tanto, pero al menos es así en un alto porcentaje de las ocasiones. La más conocida es la de la tostada. Caerá por el lado de la mantequilla la mayoría de las veces. Y es que ya sabía bien el bueno de Murphy que, si algo tiene que salir mal, al final saldrá mal. Hay algunas más: cuando se necesite abrir una puerta con la única mano libre, la llave estará en el bolsillo opuesto (Ley de Fant); que las únicas veces que la puerta se cierra sola es cuando se han dejado las llaves dentro (Ley de la fuerza del destino); o que todos estos teoremas no tienen ninguna base científica. Hay más normales como que todo lo que sube, acaba bajando.
Aunque nadie avisó que no tiene porqué hacerlo a la misma velocidad. Por cierto, algo que tiene mucho que ver con el precio de la gasolina. ¡Atención a cómo ha evolucionado durante el mes de marzo el precio del petróleo! Ha llegado a alcanzar los 139 dólares por barril y desde ahí ya ha bajado a menos de 100. Eso sí, si se compara con el de los combustibles en el mismo periodo las diferencias saltan a la vista. Sube igual de rápido, pero luego ya si eso le cuesta más bajar. No hay quien lo entienda, pero sucede así. Tal y como suena. Es el temido y, sobre todo, curioso efecto cohete y pluma de los carburantes acuñado por el ex ministro de Economía, Industria y Competitividad Luis de Guindos entre 2016 y 2018. Tampoco suele fallar:
Toda subida del precio del petróleo se traduce en una subida inmediata del de la gasolina, aunque luego las bajadas no sean directamente proporcionales (Efecto cohete y pluma).
Efectivamente, cuando sube el barril de crudo, el de los combustibles le sigue rápido como un cohete y sin embargo cuando baja, lo hace tan lentamente como una pluma. El descenso es más lento y sostenido. La razón, como ha contado Jorge Morales de Labra en Todo es mentira, es de lo más sencilla y tiene que ver con la falta de competencia en el sector energético. Tiene cierta lógica porque en España, en realidad, los carburantes son gestionados por apenas dos grandes compañías. Hay una tercera que también tiene algo de intervención, pero su participación en el mercado no se acerca ni de lejos a las primeras. La auténtica explicación a por qué la tostada siempre cae del lado de la mantequilla al ir a llenar el depósito.
Tan fácil de entender como que cuando han ido a comprar petróleo hace unos días para refinarlo y venderlo en sus estaciones de servicio les ha costado 139 dólares. Lo hacen a 60 céntimos y en función del precio de compra. Eso sí, como luego el barril ha bajado a 99, ¿qué se puede hacer? Dos cosas y en ninguno de los casos van a salir perdiendo. Pueden servirla a 70 céntimos en vez de los 60 que correspondería. Es el llamado coste de oportunidad porque tienen otra alternativa. Si sube pueden volver a sacarlo al mercado y vender de nuevo el petróleo sin refinar. Alguien lo comprará a ese precio más elevado. Por eso, el incremento de la gasolina es rápido, inmediato y puede no tener límites. Por el contrario, cuando baja pueden hacer algo diferente.
Si lo compran a 120 dólares y posteriormente desciende hasta los 90 la cosa cambia, pero el resultado no. No venden la gasolina más barata, 50 céntimos, que es lo que tocaría ¡Ni de broma! Nunca pueden salir perdiendo. Lo harán como mínimo al mismo precio al que lo compraron. Por eso, siempre acaban agarrándose a lo que más les interesa y a lo que les proporcione el mayor beneficio en cada momento. No tiene mucha solución. Tan solo aumentar la competencia. Es decir que si en vez de haber solo 2 empresas hubiera 200 la cosa cambiaría. Seguro que habría alguna que estaría dispuesta a ganar un poco menos, pero vender más apretando sus márgenes. Es la única manera de frenar el cohete o de acelerar la pluma para sincronizar sus velocidades.