Difícil encontrar un equilibrio entre cantidad de agua desembalsada y precio en el mercado mayorista. Los límites de ambos son demasiado amplios y por eso el problema de la energía hidroeléctrica es doble.
Como con los balancines de los parques infantiles. A veces es muy difícil encontrar un punto de equilibrio. Más incluso que con las tradicionales básculas romanas en las que uno asume ya de antemano que siempre van unos gramos de menos. Nunca un tomate o una manzana de más… Por un lado, la energía hidroeléctrica es una de las formas más baratas de producir electricidad, pero por otro hay ciertas reglas que respetar. Hay límites en la utilización del agua de embalses y pantanos, pero tampoco es que sean demasiado claros. El mínimo siempre tiene que ver con el llamado caudal ecológico de los ríos. Es decir, lo imprescindible para que siga existiendo vida y el máximo es todo lo contrario. Lo justo y necesario para evitar desbordamientos o riesgo de rotura de las presas. El problema es que el margen de maniobra entre ambos es muy amplio.
Demasiado. Lo hemos visto este verano. Aprovechando los altos precios de la luz algunos se han quedado literalmente secos. Sin vida, ni para la fauna y flora ni tampoco para sus habitantes. De la noche a la mañana humedales han quedado convertidos en poco menos que zonas desérticas. Por eso, se ha dado la voz de alarma y ya hay soluciones. A partir de ahora, las confederaciones hidrográficas van a tener mucho que decir. Lo normal es que se estreche la diferencia entre los límites y era algo que no estaba en la legislación. Complicado, pero puede ser un comienzo. Hay que reconocerlo, el tema medioambiental tiene su dificultad, pero el problema se agrava cuando en paralelo el precio de la electricidad bate récords casi a diario. Por eso, la importancia de la hidroeléctrica, como ha explicado Jorge Morales en La hora de La1, es aún mayor.
Si las centrales eólicas y solares suelen entrar en la subasta a 25 euros por MWh, con el llamado coste de oportunidad, las hidroeléctricas lo hacen siempre al más caro. Al precio que marca el gas.
Electricidad barata cuando más se necesite… Pues de eso nada. Porque lo que sucede es que la ley, aquí si es más clara, permite que oferten al precio que quieran. No importa cuál solo que lo hagan todos los días en la subasta. También hay límites, pero son aún más generosos que para los desembalses. El mínimo es de -500 euros/MWh. Sí, que paguen por producir electricidad. Algo que evidentemente aún no ha sucedido en España, pero si en otros como Alemania. En el otro extremo están los 3.000 euros de máximo que pueden cobrar. Así, estas centrales ponen a disposición del sistema su agua y energía, pero la clave está en el precio. El que quieran sin pasarse del tope. En ningún momento lo limita teniendo en cuenta sus costes de producción. Por cierto, ganan dinero a 20 euros por MWh así que a los 180 actuales…
No tienen precio fijo ni retribución estable como las renovables en Portugal. Ofertan siempre para sacar el máximo beneficio. Es decir, mirando de reojo al gas que sería la fuente de energía que entraría en la subasta si ellas no lo hicieran. Si esta fuente de energía está a 180 euros por MWh nunca le pondrían un precio de 35 con el que ya ganarían dinero. Quizá lo harían a 179. Solo ligeramente inferior. Venden agua a precio de gas o, mejor dicho, a un poco menos. Así que la hidroeléctrica tiene un doble problema. Medioambiental, por supuesto, pero también otro en la legislación del sector que les permite llenarse los bolsillos a costa de vaciar los embalses. Y, además, que lo hagan prácticamente sin límites. Eso sí, no hacerlo tendría una consecuencia más: mayor precio aún en la electricidad, pero solo un poco más. Difícil equilibrio.