Siempre que hay un cambio en el mercado eléctrico o en la factura de la luz surge la sospecha: ¿lo que se ahorra por un lado, se cobra luego por el otro? Este es el temor de la limitación al precio del gas.

Hay que reconocerlo… si se habla del límite al precio del gas la confusión es grande. El problema quizá es que el nombre que le han puesto no es el más adecuado. No son pocas las personas que no lo entienden. Incluso, se llegan a preguntar el motivo por el que lo tienen que pagar si no tienen contratado este suministro. Ni para la calefacción ni tampoco para cocinar ni calentar el agua. Visto de esta manera tiene todo el sentido. Sin embargo, el tope al precio de esta materia prima no tiene que ver con nada de eso. Lo que hace este mecanismo es limitar o mantener estable el precio al que ofertan las centrales que lo usan para producir electricidad. Además, solo afecta a las que no usan. Auténtico lío. No es un concepto sencillo, pero lo importante es que afecta a la factura de la luz.

Y ese sí que afecta a todo el mundo. Además, siempre que se hace una modificación de este tipo empiezan las sospechas. La principal es que si es posible limitarlo sin que luego lo cobren por otro lado. Ya ha pasado antes. Acción y reacción. Al final siempre acaban pagando los mismos salvo en este caso porque cuando la Unión Europea propone desacoplar el gas de la factura de la luz se refiere precisamente a esto. Algo parecido a lo que ya se está haciendo en España con la excepción ibérica. Es decir, romper el sistema marginalista para que las renovables y nucleares no cobren el precio máximo. Luego ya viene lo de la compensación al gas, pero eso tampoco es que lo que pierden por un lado lo ganen por el otro. Es diferente.
En el mercado eléctrico al ser marginalista, todas las centrales cobran el precio de la tecnología más cara que ha entrado en producción para satisfacer la demanda. Ahora con el límite al gas se rompe para bajarlo y abaratar los recibos.
Ahora a todas las empresas se las obliga a ofertar en el mercado un precio por debajo del que pondrían de forma natural. De este modo, resulta que hay algunas, las que queman gas para producir electricidad, que lógicamente han sufrido un incremento de la materia prima. Les cuesta 10 veces más que hace un año y tampoco se les puede obligar a poner un precio por debajo del coste. Por eso, hay que pagarles la diferencia y esa es la compensación que aparece en las facturas. Eso sí, hay que tener en cuenta que, aún sumando en la factura el importe de este nuevo concepto, que es más barato que si no existiera el mecanismo. El precio sería todavía mayor, porque ese alto precio del gas se hubiera aplicado también al resto de tecnologías.

A esto es a lo que se refiere la Comisión Europea con desacoplar el precio del gas. Antes, incluso, de tocar los impuestos. El primer paso y el motivo por el que desde Europa se habla de grava a las petroleras y las gasistas, pero no a las eléctricas. Más que nada porque las compañías que producen electricidad ya lo están comprando bastante caro. En realidad, los beneficios extraordinarios los obtienen de las nucleares y renovables. Ahí sí que les caen del cielo. Por eso, hay que atajarlo de forma inmediata. Desde el primer momento y sin esperar a que lleguen a la cuenta de resultados para que luego se tribute sobre ellos. Así, la fórmula que han encontrado es la que ya está funcionando en España y Portugal con la excepción ibérica, aunque luego haya algunas diferencias a la hora de implementarlo.