Del oro al bitcoin, pasando por otros muchos productos financieros, la especulación ha llegado hasta los derechos de emisión de CO2 y eso tiene sus consecuencias en el recibo de la luz.
La factura de la luz más cara de los últimos 8 años. Así, tal cual y seguirá siéndolo aún durante un poco más de tiempo. El último pico en el precio de la electricidad fue a principios de año con Filomena. Entonces se explicaba por las condiciones meteorológicas adversas, el aumento de la demanda y también por el descenso de la producción de energía con fuentes renovables. Ahora, es algo más difícil encontrar una justificación. Más que nada porque los meses de abril y mayo suelen ser tradicionalmente baratos para la electricidad. Pues, de eso nada… Sigue alto y todo parece indicar que seguirá subiendo. Eso sí, la justificación es otra distinta y la han encontrado en el aumento del mercado europeo de derechos de emisión de CO2.
La Unión Europea es líder mundial en la lucha contra el cambio climático y ya en el año 2005 puso en marcha un mercado de derechos de CO2 para controlar y reducir las emisiones.
Por cierto, algo que está muy relacionado con toda la política de la Unión Europea para acelerar la transformación energética hacia un modelo más limpio y verde. También más eficiente. Gran noticia para el medioambiente mientras no salga del bolsillo del consumidor. Sin embargo, como ha contado Jorge Morales de Labra en Julia en la Onda de Onda Cero es la fragilidad del mercado eléctrico. Más concretamente del mecanismo de fijación de precios de la electricidad. Tampoco hay que olvidar que se trata de uno de los mercados más sensibles del mundo. Tanto que el simple aleteo de una mariposa puede traer consecuencias imprevistas. El problema endémico del sistema marginalista. Es decir, aquel en el que la tecnología más cara que es necesaria para satisfacer la demanda es la que establece el precio de todas las demás.
Ahí está el problema. Si alguna central tiene la más mínima dificultad establecerá precios altos y todas las demás la seguirán. De hecho, en el mes de abril, el 70% de la producción eléctrica nada ha tenido que ver con el CO2. Las nucleares y renovables con las que se ha generado la mayor parte de la energía no emiten dióxido de carbono, pero han cobrado mucho más de lo normal. Se benefician de los altos precios y luego no tienen que pagar derechos de emisión. Los que si están obligados a pagarlos son las grandes industrias. También las centrales eléctricas de gas y carbón. Eso sí, tiene una parte buena. Lo recaudan directamente los países miembros de la UE. Así, el dinero luego vuelve a los Estados. No se trata de un impuesto, pero casi, casi.
Luego hay otra cosa. Problemón, porque luego la vuelta a los Presupuestos Generales del Estado no se realiza al 100%. Claro que no. Si por este motivo sube el recibo de la luz en 300 millones de euros solo regresará el 30% de esa cantidad. La parte de quienes sí que están obligados a pagar los derechos. Por tanto, es un mercado artificial creado para reducir la contaminación y frenar el cambio climático, pero que, además, genera ingresos. Eso sí, mucho menos de los que deberían, pero no están nada mal. De hecho, alguna vez se ha llegado a rebajar el recibo de la luz aprovechando la mayor recaudación de los ingresos al CO2. Tampoco es lo más habitual. Lo que sí que es más frecuente es la fluctuación en su valor.
Ya cotiza a 50 euros la tonelada. Una pasta porque lo normal es que estuviera por debajo de 10. Lo que ocurre es que los derechos de CO2 también son objeto de especulación. Ahí está el tema. Evidente al ver la progresión de las cifras. Igual que ocurre en la bolsa y ya se sabe lo que pasa. El funcionamiento es sencillo. Similar al de cualquier otro producto financiero. Los que los tienen que comprar obligatoriamente son las industrias contaminantes. Las que generan más dióxido de carbono. Sin embargo, a este mercado puede acudir casi cualquiera. Excelente oportunidad de negocio para cualquier entidad financiera, bróker, fondos de inversión….
Los derechos de emisión de CO2 han duplicado su valor en el último año. Hasta los 50 euros por tonelada de dióxido de carbono cuando lo normal hace una década eran menos de 10.
La lista podría ser interminable. Gran negocio para cualquiera que crea que seguirán aumentado su valor a largo plazo y tiene pinta de que seguirá siendo así. El objetivo es reducir las emisiones de aquí a los próximos años. Ya hay fechas clave en el calendario: 2030 y 2050. Por eso, la cantidad de derechos en circulación se va reduciendo cada año. Adquirirlos ahora asegura poder revenderlos dentro de un tiempo a quienes lo vayan a necesitar. El valor reside en la escasez y en la necesidad. Exactamente igual que en otros mercados de valores en los que la especulación triunfa. Eso sí, hay algunas diferencias. Sobre todo, en las consecuencias. Más graves de lo que se piensa. Al final el negocio de algunos se pagando entre todos en el recibo de la luz. Ahí está el del mes de abril para comprobarlo.