Uno de los argumentos clave para aprobar, en su día, el denominado “impuesto al sol” era que los “ricos” que podían permitírselos iban a provocar una subida en el precio de la luz de los “pobres”. La trampa consistía en considerar que los ingresos totales del sector eléctrico no variarían con un desarrollo masivo del autoconsumo, lo cual sería, a todas luces abusivo.
Por una parte, es responsabilidad del Gobierno fijar los costes de las actividades en las que no hay competencia. Si decide pagar lo mismo a las eléctricas por sus redes con independencia de la energía que circule por las mismos y repercutir este pago entre el total de energía consumida efectivamente ocasionará un desequilibrio cada vez que alguien ahorre energía, sea por la instalación de paneles, por que se compre un electrodoméstico más eficiente o por que cambie su calefacción eléctrica a gas natural.
Por otra parte, están los pagos por la energía negociada en el mercado mayorista. En este caso, al reducirse, gracias al autoconsumo, la demanda que llega al mercado, el precio baja para todos los consumidores, tengan o no paneles solares instalados. Los paneles solares contribuyen así a reducir el recibo de tus vecinos.