Por primera vez la Comisión Europea ha reconocido que ya no funciona y ha puesto de manifiesto la necesidad de intervenir el mercado. Primero fue la excepción ibérica y… ¿ahora?
Más vale tarde que nunca, aunque ya se sabe que a quien madruga… También el remedio que la enfermedad. Intervenir el mercado eléctrico era imposible. Al menos hasta que se puso en marcha la excepción ibérica. Hasta entonces se decía que el funcionamiento del propio mercado lo acabaría ajustando y ahora el nuevo mecanismo de fijación de precios en España y Portugal es la envidia de Europa. El modelo a seguir. Todo porque, además, no deja de ser eso, una intervención. En el momento en que se consiguió poner en marcha el precio del gas ya estaba carísimo. A 80 euros por MWh cuando lo normal eran 20. Es decir, 4 veces por encima de los niveles que se podrían considerar normales. Desde el 15 de junio solo han pasado 2 meses y ya ha llegado a los 300 euros. En total se ha multiplicado por 16.
Afortunadamente, con la excepción ibérica estaba más o menos estabilizado. Aunque se preveía que siguiera subiendo, solo afectaría a las centrales que usan gas para producir electricidad. Pues al final, como ha señalado Jorge Morales de Labra en La hora de La1 de TVE, ha subido tanto que a pesar del límite ha seguido contagiando a la electricidad. Hasta los 436 euros/MWh que es la cifra más alta desde el récord histórico del 9 de marzo. 70 euros más que ayer y menos mal que tiene el tope porque en Francia y Alemania, que no lo tienen, ya superan los 600. No acaba ahí la cosa… los mercados de futuros anticipan que va a ser aún peor. A partir de octubre se prevé que supere los 1.300 euros en estos y otros países del continente. La situación es insostenible.
Si en España los precios llegaran a los 1.300 euros/MWh la factura eléctrica anual llegaría a superar los 5.000 euros anuales cuando antes de la crisis energética rondaba los 800.
La excepción ibérica ha mostrado su efectividad y ahora todos la quieren. Por eso, lo único que queda por hacer para revertir la tendencia es intervenir el mercado. Algo que no encaja con las políticas liberales de la Comisión Europea que siempre lo ha rechazado. No es tan sencillo ni que se pueda hacer país a país. Debe ser una acción coordinada que debe empezar por compras conjuntas de energía. Por cierto, esa fue también una propuesta española que tampoco se llegó a poner en marcha. Es decir, negociar con Estados Unidos y Noruega precios cerrados y además con acuerdos a largo plazo que den también estabilidad. De 5 o más años de duración. Si hasta ahora lo vendían a 20 euros, comprarlo a 40, pero no al precio al que cotiza en el mercado. Todo porque, precisamente, de lo que se trataría es de hundir el precio internacional.
Algo lejano, pero lo que hasta ahora era solo una utopía empieza a tener sentido. La compra conjunta de gas de todos los países de la Unión Europeo podría ser la solución a la actual crisis.