Algo se va notando en los mercados y poco a poco en los recibos. Indicios que señalan que la crisis energética se está estabilizando, pero la dependencia de los combustibles fósiles sigue siendo el gran desafío.

Tras la tempestad siempre vuelve la calma, aunque a veces tarde en regresar más de lo deseado. No hay duda. Las consecuencias del conflicto en Ucrania están siendo enormes en todo el mundo, pero especialmente en Europa. Sobre todo, en el ámbito económico y la crisis energética es uno de los mejores reflejos de la situación. La dependencia de Rusia y la interrupción de los suministros de gas y petróleo han provocado un desproporcionado aumento en los precios. También han dotado de gran inestabilidad a los mercados internacionales que en este tiempo se han caracterizado por una alta volatilidad. Subidas y bajadas como nunca se habían visto y en cortos plazos de tiempo. Hasta los 350 euros MWh cuando su precio habitual era de 20.

Sin embargo, después de un año de guerra, están empezando a ver señales de que la crisis se está estabilizando. Uno de los principales indicadores es la reducción del pánico en los mercados energéticos. Los precios del gas y la electricidad han disminuido en comparación con los niveles alcanzados durante los peores momentos de la crisis. A pesar de que los precios aún no han vuelto a los niveles de finales de 2021 están mucho más tranquilos y convergiendo hacia valores que se podrían considerar como normales. Hoy el MWh de gas cuesta alrededor de 50 euros. ¡Hasta 15 veces menos que hace un año! Respiro, aunque los de futuros no esperan que se vuelva a la situación previa al menos hasta el año 2026.
365 días de conflicto y sus repercusiones se han dejado sentir en todo el planeta. La más inmediata, el fuerte incremento del precio de productos básicos como energía, fertilizantes, alimentos… pero hay más.
Eso sí, tampoco hay forma 100% segura de predecirlo. Lo mismo sucede con el petróleo. Superó en 2022 los 120 euros/barril y ya ha vuelto a los 80. Buenas noticias, pero aún le queda recorrido hasta los 70 a los que cotizaba en febrero del pasado año. Además, la confirmación de que todo no ha vuelto a la normalidad se puede encontrar en las rebajas fiscales. La factura de la luz y del gas todavía tienen los impuestos superreducidos. Desde el 21% al 5% en el caso del IVA. También del 5,11% al 0,5% para el Especial de Electricidad y la supresión total del de Generación. Otra señal muy clara de que la cosa no marcha tan bien como debería, tal y como ha explicado Jorge Morales de Labra en La hora de La1 de TVE.

La parte positiva es que la crisis ha obligado, casi a marchas forzadas, a una gran reestructuración de la forma en que se obtiene y se consume energía. Impulso a las renovables que se han consolidado como la alternativa real a los combustibles fósiles y, a su vez, para disminuir el impacto de los conflictos políticos en el ámbito energético. Mayor independencia de terceros países. Nadie duda ya de sus ventajas. Inagotables y sostenibles, cero emisiones, pero esencialmente muy baratas. Mucho, pero también una oportunidad para desarrollar un sector que ya da empleo a más de 1,5 millones de personas en toda Europa. Impulso a la innovación y al desarrollo tecnológico que, sin duda, contribuirá al desarrollo económico y a la transición hacia un modelo energético más respetuoso con el medioambiente.