La Transición Energética atraerá más de 200.000 millones de euros y generará más de 250.000 puestos de trabajo, ¿oportunidad o necesidad? Quizá mejor entre ambas.

Una ley para cambiar el planeta. Solo para hacerse una idea de su magnitud e impacto, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética tiene 36 artículos. Probablemente a la mayoría esto no les diga nada, pero en su interior esconde muchos más datos de interés que pueden alterar la forma en la que se conoce hoy el mundo. Sin ir más lejos, que todos los coches en el año 2040 sean 0 emisiones. Hay más, como que al menos dentro de 10 años el 70% de las energías sean de fuentes renovables como la aerotermia. No es tan difícil como parece. De hecho, podría haber sido, incluso, un poco más ambiciosa aún porque no solo tiene beneficios para el medioambiente. La economía también saldrá ganando. La Transición Energética atraerá más de 200.000 millones de euros y generará más de 250.000 puestos de trabajo. Y no es poca cosa.
Con la Ley de Cambio Climático y Transición Energética se trata de cumplir con el objetivo del Acuerdo de París de alcanzar la neutralidad de emisiones en el año 2050.
Gran oportunidad. Con todas esas cifras sobre la mesa, tal y como ha contado Jorge Morales de Labra en SER Consumidor, la ley deja un sabor agridulce. Sobre todo, tras más de una década esperándola. 10 años en los que sus efectos se han hecho especialmente visibles, sin ir más lejos en el Mar Menor. Por cierto, el mismo tiempo también en el que las energías renovables han sufrido su impulso definitivo. Por estos motivos, quizá al proyecto de Ley que ahora inicia su periplo parlamentario le falta ambición. Sin duda, una gran oportunidad que aún no está del todo perdida, ni mucho menos. Más si se tiene en cuenta que la COVID-19 ha hecho que se pueda ver un mundo diferente. Uno en el que se puede ver azul el cielo de las ciudades.

No solo eso. También ha aumentado la sensibilidad hacia los efectos del cambio climático. Si a eso se le añade el gran problema del paro que ha dejado las puertas abiertas a una nueva crisis económica… Ahí está la gran oportunidad para España. No solo se podrían conseguir los 250.000 o 300.000 puestos de trabajo que se comentan sino también muchos más. El plan podría haber sido más ambicioso. Mucho más. De hecho, ya lo era en el borrador que el Gobierno envió a Bruselas el pasado 30 de marzo en el que los objetivos para el año 2030 eran aún mayores. Entonces se hablaba de un 42% del consumo final directamente de energías renovables. Ahora, en la versión conservadora, se ha quedado en un 35%. Hay margen de mejora. Claro que lo hay.
El objetivo de la Ley es que el sistema eléctrico alcance un 100% de energía de origen renovable antes del 2050 y que esté mucho más participada
Ya no es solo una cuestión de sentido común o de medioambiente que cada día preocupa más. También es una cuestión económica. Nunca antes se pudieron crear tantos puestos de trabajo a la vez que se abaratan los recibos de la luz o de otras fuentes de energía. Por tanto, es fundamental. Solo hay que fijarse en lo que está ocurriendo desde hace ya algunos meses con el recibo de la luz. Durante el confinamiento se ha desplomado la factura. Lógicamente para los que tienen la tarifa adecuada. Es decir, los que la tienen variable. Más baratas, generadoras de empleo y sostenibles. Esta situación sería la normal con una mayor participación de renovables en el sistema. Más económicas que los combustibles fósiles.

Gas, gasolina, … Aún tiene que haber más cambios para alcanzar el gran objetivo de un sistema energético totalmente renovable en el año 2050. Sí, también en los desplazamientos. Por tanto, lo que tiene que ser sí o si es que en 2040 todos los coches sean cero emisiones. No puede ser de otra forma. Ya no es cuestión de prohibirlos como se dijo en un primer momento, sino que sea obligatoria la venta de alternativas sostenibles. Interesante, pero insuficiente. El cambio debería acelerarse por otras vías como una gran reforma fiscal. Que pague más quien más contamine y que lo haga progresivamente. No se puede tratar a todas las rentas por igual porque hay que reconocer que muchas personas no pueden cambiar de coche solo por cuestiones económicas.
Se suma una nueva motivación para hacer lo que otros países llevan haciendo más de 30 años: reducir sus emisiones. Se han juntado los deberes, pero no es imposible llegar a los objetivos. Empezando porque España tiene uno de los mejores sistemas de renovables del mundo y, sobre todo, porque se derrocha mucha energía. Sí, eso es una gran ventaja. Cuando uno está mal, las mejoras se notan enseguida. Esto mismo sucede con la electricidad. Subir del actual 40% de renovables en el sistema hasta el 70% es mucho más fácil que hacerlo a partir de ahí. Más difícil, pero por una razón muy sencilla. El sol sale cuando sale, igual que el viento. Cubrir ese déficit es más complicado porque hay que buscar otras tecnologías. Aún se está a tiempo de cambiar el mundo de una forma más ambiciosa y ver siempre azul el cielo de las ciudades.