Las subastas de renovables deben tener como objetivo que la energía sea 100% sostenible, que se trasladen los bajos costes de producción al consumidor y que, además, sean equitativos.
Tras tres años sin subastas de renovables se va a volver a contar en España con el mecanismo que más ha impulsado el desarrollo de estas tecnologías en todo el mundo. Así, en términos generales, el modelo elegido en el Régimen Económico de Energía Renovables no solo es aceptable, sino que además va a introducir más competencia en el sector. Al menos sobre el papel garantiza el traslado de los bajos precios de producción al consumidor. Buenas noticias para los usuarios, aunque también tiene algunos detalles mejorables. Sin ir más lejos, el más obvio, es que la liquidación se haga por la energía programada y no por la medida. Esto puede introducir perturbaciones en las ofertas de los agentes que luego, por mucha supervisión que haya, son muy difíciles de perseguir y sancionar.
El Real Decreto 23/2020 introduce un marco de subastas para regular la concesión de hasta 20 GW antes del año 2025, pero presenta algunos déficits para alcanzar sus objetivos
Este podría ser el déficit más relevante del nuevo marco regulatorio, pero hay más, como ha señalado Jorge Morales de Labra en Infoenergética. No hay que dejar de mencionar otros como la limitación de tiempo. Sin duda, las subastas de renovables introducen algo esencial para la financiación de los proyectos. Fundamental, sobre todo, para los operadores no consolidados. De no existir un precio de subasta se enfrentarían a un escenario muy volátil y a una enorme incertidumbre a largo plazo. Así, el sistema proporciona una señal de precio estable para acudir a los mercados financieros para desarrollar sus proyectos. También para ser más competitivos a la hora de construir las instalaciones. Eso, al menos, mientras se esté sujeto a las condiciones retributivas de la subasta. Después esa energía quedará libre en un mercado marginalista.
Y eso ya no es razonable. Precisamente, desde hace mucho tiempo se ha venido comentando que hay activos en el mercado español que han venido disfrutando de condiciones muy ventajosas durante mucho tiempo. Quizá demasiado con los famosos CTCs. Dicho así puede sonar raro para los que no trabajan en el sector, pero en realidad no lo son tanto. Fueron las compensaciones que se dieron a las grandes compañías eléctricas convencionales por pasar de un mercado regulado a uno libre. Todo para que el camino hacia la liberación se realizara sin pérdida de valor para los activos. Pues al final los llamados Costes de Transición a la Competencia han resultado ser una clarísima sobreretribución. Milmillonaria, de hecho. Algo que incluso ha llegado a llamar la atención de la Comisión Nacional de Mercados y Competencia.
A pesar de sus déficits, las subastas de renovables pueden introducir más competencia en el sector y garantizar el traslado al consumidor de los precios más bajos de producción.
Hay que evitar caer de nuevo en este riesgo. Por eso, otro de los grandes errores del modelo de subastas de renovables elegido por el Gobierno en el Real Decreto 23/2020 es el de no vincular la retribución posterior a la vida útil de las instalaciones. Dejándolas luego libres para competir en un mercado de precios marginalistas que no da las señales adecuadas para cumplir con los objetivos deseados. Es decir, que sean 100% sostenibles, que trasladen los bajos costes de producción al consumidor final y, además, que sean equitativos. Gran paso, por tanto, en el cambio del modelo energético de todo el país y avanzando hacia un sistema descarbonizado más barato y justo para todos.