Por si no fuera bastante con los peligrosos residuos radioactivos que producen, y que estarán activos durante 10.000 años, los verdaderos problemas de las nucleares son de precio. Más caras que las renovables y a las que además frenan su desarrollo.
Siempre que surge la oportunidad los que están a favor de las nucleares tratan de poner en valor sus virtudes, pero olvidando, o más bien obviando lo que les interesa. Es cierto, que no emiten CO2 a la atmósfera y que dan estabilidad al sistema eléctrico cuando faltan las renovables… pero de ahí a decir que son la menos contaminante de todas las fuentes de energía disponibles, hay un largo camino. También cuando tratan de comparar los peligrosos residuos radioactivos con los que generan los paneles solares de las plantas fotovoltaicas o los aerogeneradores.
Existe una directiva europea que desde el año 2012 obliga al reciclaje del 100% de todos los paneles solares que se instalen en el continente. España la transpuso a su normativa tan solo unos años después en el 2015 y hoy ya se reutiliza el 90% de sus componentes.
Por supuesto, que la energía nuclear tiene un gran problema con los residuos que genera. Para hablar con propiedad, no son demasiados y ocupan relativamente poco volumen, pero el riesgo está en que son muy peligrosos. Además, es una cuestión a la que no se ha conseguido dar solución definitiva en los casi 50 años que llevan en funcionamiento en España desde su puesta en marcha allá por los años 80. Ninguna es razonable ni realista porque lo peor de todo es que estarán activos durante más de 10.000 años. Para hacerse una idea de lo que supone esta cifra hace 10 milenios el hombre se estaba empezando a interesar por la agricultura. Es decir, por ver lo que sucedía cuando se ponía una semilla en la tierra y salía una planta.
Y eso mismo es lo que se les va a dejar a los habitantes de la Tierra del futuro. Dentro de 10.000 años seguirán padeciendo las consecuencias de la basura nuclear radiactiva que se está produciendo hoy y para la que hasta ahora no hay solución técnica.
Eso, por un lado, porque la verdadera dificultad de las nucleares, si se encontrara una solución a la gestión de los residuos, es de plazos y de costes. En Reino Unido, que es uno de los países más favorables a esta tecnología llevan construyendo una nueva central desde hace 10 años. Una década en la que además la inversión se ha multiplicado, lo que hace que para su rentabilidad el precio de la energía que produzca, cuando se ponga en funcionamiento, supere ya los 100 euros por MWh. Demasiado elevado cuando el de la energía solar en España está por debajo de los 30. Casi cuatro veces más. El tema es tan marcadamente económico que prácticamente nadie quiere invertir en nuevas nucleares en las condiciones actuales, salvo que sea el Estado quien subvencione la operación y garantice la rentabilidad.
No salen las cuentas. En 7 años el 80% de la electricidad de España será renovable. Más barata y además las exigencias de las nucleares son altas para mantenerlas en funcionamiento porque requieren de grandes inversiones para su construcción o alargar su vida útil.
Por tanto, no solo se trata de una cuestión ideológica. La realidad surge al comparar a la nuclear con las renovables que realmente están revolucionando el sector. El debate es insostenible por precio, por los riesgos que suponen y porque… en España también se está perdiendo energía renovable con relativa frecuencia y la causa está en las nucleares. En muchas ocasiones ya producen tanta energía que hay que desconectar los parques porque es mayor que la demanda. La red no da para más y resulta que las nucleares como están protegidas siguen funcionando al 100% impidiendo un mayor desarrollo de la fuentes limpias y sostenibles. Por tanto, ya no es solo cuestión de que no merezca la pena invertir porque han dejado de ser rentables, sino que sus implicaciones van más allá. Suponen un lastre que frena a las tecnologías del futuro.