Cables que se doblan y deforman en exceso provocando cortocircuitos; baterías que se sobrecalientan llegando a producir explosiones y, sobre todo, no leer las instrucciones son los principales riesgos de los aparatos eléctricos.
Entran dentro de lo posible. Siempre se pueden producir accidentes. De hecho, quizá haya menos que antes, pero hay que reconocer que cuando se producen son más aparatosos. Tanto que suelen salir hasta en las noticias. La batería de una bicicleta eléctrica que se incendia; un teléfono móvil que se calienta y se deforma mientras está cargando; o auriculares inalámbricos que explotan mientras están funcionando y colocados en el oído. Todos estos incidentes son muy llamativos porque en realidad le puede pasar a cualquiera. Dispositivos de uso frecuente y que todo el mundo tiene en casa y los utiliza casi a diario. Mientras haya algo conectado a un enchufe, los riesgos están siempre ahí y los más frecuentes y también peligrosos son precisamente los incendios a causa de cortocircuitos o, en los más graves, las explosiones.
Principalmente hay tres elementos que pueden provocarlos. En primer lugar, están siempre los cables. Por desgaste del aislamiento, por algún defecto en su interior y/o además por fallos en el transformador. Eso que en el caso de los teléfonos móviles comúnmente se llama cargador. A veces pasa. Es normal que al tocarlos suelan estar un poco calientes, pero si lo están demasiado ya es una señal de alarma de que algo no está bien. Si llega a quemar es que algo está fallando y lo más probable es que tenga en su interior algún tipo de defecto. Puede suceder. Sin embargo, lo habitual es que el problema esté en los cables y la ventaja es que es algo que se puede detectar a simple vista. Además de cortocircuitos, luego puede haber problemas de explosiones. Eso sí, por fortuna suelen ser mucho menos frecuentes.
Ahí cabe un poco de todo. Desde los de la regleta hasta los de los cargadores pasando por el de la lamparita de la mesilla. Y eso son solo los que se ven porque tras los muros de las casas se encuentran muchos más.
Y esto es algo que está muy relacionado con aquello del principio de la conservación de la energía que se aprende en las escuelas y que todo el mundo sabe. Es decir, que la energía no se crea ni se destruye, sino que simplemente se transforma… y ahí está la clave. Porque para que algo llegue a explotar necesita mucha energía. ¿Dónde se encuentra? ¡Está claro! En las baterías. La del teléfono, la del portátil, la de la bicicleta o el patinete… y con la de las tablets o el robot de limpieza pasa un poco lo mismo. Todo lo que las tenga puede suponer en riesgo por eso hay que extremar las precauciones en la medida de lo posible. Todo importa si lo que está en juego es la seguridad de las cosas y, por supuesto, de las personas. Baterías, cables…
De entre todos los dispositivos hay uno que destaca por encima de todos. Las mantas eléctricas y eso que han mejorado mucho en los últimos años. Ahora vienen mucho más protegidas con tejidos ignífugos y con medidas de seguridad como la desconexión tras un periodo prolongado de uso. Sin embargo, lo fundamental es leer las instrucciones. Eso que no hace nunca nadie salvo que el dispositivo requiera de algún montaje. Siempre se debería echar, aunque solo sea un breve vistazo a todas las cosas nuevas que se adquieran, pero en especial las de todas aquellas que funcionen con electricidad. La importancia es todavía mayor. Sí, es cierto que tienen la letra más pequeña que el contrato de la luz o que vienen idiomas de lo más extraños, pero en muchos casos pueden prevenir de usos incorrectos y posibles accidentes. Sea como sea, merece la pena dedicarles tiempo.