Más allá del código de letras y colores, las nuevas etiquetas de eficiencia energética ofrecen otras muchas informaciones útiles como: consumo por cada 100 lavados o de agua, capacidad de carga, eficacia del centrifugado, o nivel de ruido.
Y lo primero que hay que saber es que las etiquetas de eficiencia energética han cambiado un poco. Se parecen a las de siempre, pero ni son iguales ni la Comisión Europea ha mantenido los mismos criterios para concederlas. Por eso, de momento, va a resultar casi imposible encontrar electrométricos con la máxima clasificación. Ya no hay de clase A en adelante. Los ha reescalado para dejar hueco para las futuras innovaciones tecnológicas. Lo de A+, A++, … empezaba a ser ya muy confuso el tema. Así, los A de antes se han convertido en los nuevos D. Los A+ en C y así sucesivamente. Misma eficiencia, pero sobre el papel de la etiqueta distinta letra. Lo que no cambia es que la siguen teniendo todos los dispositivos electrónicos. Desde lavadoras, lavavajillas y frigoríficos hasta las bombillas LED. Eso y su tradicional semáforo de colores.
La etiqueta es un código de colores y letras que identifica el grado de eficiencia energética de los electrodomésticos siendo el verde y la A el mayor grado y rojo y la G el menor.
Pero, además, la etiqueta ofrece otras muchas informaciones útiles si saben leer con atención. La primera muy relacionada con todo esto de la letra, el color y la eficiencia: consumo por cada 100 lavados. Muy importante, porque una diferencia de tan solo 10 kWh puede suponer más del 20% en la factura de la luz. Eso sí, hay que tener en cuenta que no se trata de un lavado cualquiera sino de uno que ha definido la Comisión Europea como estándar. Ni idea de cómo harán la colada en el resto de Europa, pero lo que han decidido como normal es un programa a entre 40º y 60ºC. De los largos, por así decirlo. Tanto que también especifican su duración en minutos. Tampoco hay que llevarse las manos a la cabeza si pone que tarda dos horas y media o tres en completarlo. No es tan habitual como creen.
También se detalla el consumo en litros de agua de ese lavado estándar y la capacidad de carga. Lavadoras las hay para todo tipo de familias desde los 4 kilos hasta los 12, pero si hay algo que llama la atención en su nuevo etiquetado es que ahora se especifica hasta la eficiencia del centrifugado. No es que lo separe del lavado. Más bien lo que significa es otra cosa. Cuanto más próxima esté a la letra A, de nuevo el máximo nivel, más seca dejará la ropa. Por tanto, menor humedad. Por el contrario, si muestra una de F o G quiere decir que al sacarla del tambor seguirá completamente húmeda. Quizá demasiada información, pero así uno sabe exactamente lo que está comprando. Sin sorpresas finales. Pues, aún queda un detalle más que suele pasar desapercibido para la mayoría de los consumidores.
El dB es el logaritmo de la diferencia entre la presión acústica y la atmosférica. Así, un incremento de 10dB significa que el nivel de ruido se multiplica también por 10.
Quizá sea por no darle importancia que la tiene o puro desconocimiento por la medida, pero el nivel de ruido es también fundamental. El problema es que se mide en decibelios. Algo que ni se usa con frecuencia ni se sabe bien lo que significa. Sí, el dB es el logaritmo de la diferencia entre la presión acústica y la atmosférica. Casi nada. Así, como el que oye llover y nunca mejor dicho. Pues, precisamente el sonido de la lluvia al caer es más o menos 50dB. El oído humano comienza a percibir a partir de 1dB. 20dB es prácticamente un susurro como de hojas secas. 80dB sería el equivalente al del motor de un camión y el de la lavadora al centrifugar. Pueden ser aún más intensos: 90dB para el secador y 140dB el del reactor de un avión al despegar.
No afecta al consumo, pero sí a la cordialidad entre vecinos. Por eso, una simple diferencia de 3dB entre dos modelos significa casi el doble de ruido. Es lo que tienen los logaritmos. Pero lo que realmente importa de todo esto es cuánto se puede ahorrar dependiendo de la eficiencia. Pues, Jorge Morales de Labra ha hecho todos los cálculos en Cuatro al día de Cuatro TV y se nota en los recibos. Así, para una familia que haga 5 lavados a la semana en un programa medio la diferencia entre una de la nueva clase D y otra B puede ser de hasta 5 euros anuales. Se amortizaría en pocos años. Eso sin contar que, cada vez más Comunidades Autónomas, tienen subvenciones para los modelos más eficientes. Tampoco hay que olvidar los horarios de la nueva tarifa eléctrica para sacarle el máximo partido a la lavadora.