Que la electricidad sea gratis es igual de raro que si cuesta 120 euros por kWh, pero lo más extraño es que esa variación se puede producir casi de una hora para la siguiente. Entonces, ¿por qué cambia el precio de la luz tanto?
Hay cosas que no tienen explicación y otras que son muy difíciles de entender. Entre las primeras están algunos grandes clásicos como los calcetines perdidos de la lavadora; por qué las pilas del mando a distancia de la tele se acaban siempre en el momento más emocionante de la película; o el motivo por el que el tiempo pasa más despacio cuando se permanece en una sala de espera. También está el misterio del frigorífico de la abuela, el de los cables que se enredan sin que nadie los toque o las llaves que aparecen en el último lugar en el que se busca. Sin embargo, lo de los bandazos u oscilaciones en el precio de la luz pertenece al segundo grupo. Casi al mismo nivel de la teoría de la relatividad de Einstein; la existencia de los agujeros de gusano; o la paradoja del gato de Schrödinger. Máxima dificultad.
Grandes subidas y bajadas de un día para otro o, incluso, en las diferentes horas de una misma jornada. Además, es impredecible y, por este motivo, a la mayoría de los consumidores les hace pensar que hay, precisamente, gato encerrado. Eso sí, otro distinto. Tampoco es que sea así… Más bien, como ha explicado Jorge Morales de Labra en 120 minutos de Telemadrid, es el reflejo de un sistema deficiente. Si se entendiera bien el mecanismo por el que se establece el precio de la luz cualquiera se podría dar cuenta de que en ningún caso se da gato por liebre. Lo que sucede es que toda la energía se paga al precio de la fuente más cara. Algo que, por cierto, entraría dentro de la primera clasificación. Así, en cuanto entra un poco de gas en el mix eléctrico a todo el mercado se otorga esta retribución.
Solo así se puede explicar que en días en los que tanto nucleares como renovables (viento, sol y lluvia) están a pleno rendimiento el precio sea casi cero, pero cuando todos los elementos naturales desaparecen y no llegan a cubrir la demanda la cosa cambia.
Por este motivo, cuando ya no esten disponibles estos recursos o aumente un poco la demanda porque haga frío y se use más electricidad, el precio puede subir de 0 a 120 en un instante. No hay coche en el mercado ni felino que, por muy rápido que sea, tenga esa aceleración. Ni siquiera el guepardo. Imposible. Tan solo la luz. Por tanto, no es que haya gato encerrado es que el sistema está mal diseñado. Debe ser cambiado. La razón, esta vez, sí que es fácil de entender. Es igual de anómalo que las centrales eléctricas cobren 0 euros/kWh por la energía que producen como que ingresen 120 cuando el coste medio del sistema es de 50. Lo más correcto, al igual que en cualquier otro sector, es que tuvieran precios estables de acuerdo con sus costes reales.
Deberían cobrar siempre en función de este factor con independencia de si entra o no gas en el sistema, pero este ya es otro tema diferente que está siendo abordado en la Unión Europea con la reforma del sistema eléctrico. Tiene los días contados.