El mercado internacional del gas depende de países geopolíticamente poco fiables como Rusia y Argelia que con sus decisiones pueden disparar no solo el precio de la materia prima, sino además los recibos de la luz.
El alto precio del gas tiene grandes consecuencias. Está totalmente disparado y sin control. Con mucha diferencia en niveles nunca vistos. Además, se ha convertido en una auténtica montaña rusa de emociones. Subidas y bajadas continuas y no se sabe al final por dónde puede salir. Ahora mismo está cotizando en torno a los 100 euros MWh cuando lo normal es que no llegue ni a los 20. Cinco veces más de lo habitual y eso es demasiado. No queda ahí la cosa. Por las reglas de juego del propio sector eléctrico también arrastra al precio de la luz. Así, luego pasa que algunos días en los que hay mucho viento el resultado es que el 80% de la energía generada no tiene nada que ver con el gas… y, sin embargo, se paga a los 200 o 300 euros que marca esta materia prima por el sistema marginalista.
España es uno de los países con más desgasificadoras de toda Europa y casi el 50% del gas natural que se consume llega en barco desde países como Nigeria, Catar o Trinidad y Tobago.
Tal es la situación que, por primera vez en 40 años, se oye hablar de apagones y restricciones. Improbables y remotas, pero lo importante es que la posibilidad vuelve a estar ahí después de mucho tiempo. Por eso, para valorar la situación, es importante saber cómo funciona el mercado gasista y, sobre todo, de dónde viene el gas que se consume en España. No es demasiado complicado… En primer lugar, están los gaseoductos. Muy relevantes y han dado que hablar mucho en los últimos meses. Importantes porque traen el gas directamente desde el origen y, además, a muy buen precio y sin intermediarios. Hasta ahora había dos que lo traen desde Argelia. Uno directo hasta Almería a través del Mar de Alborán y otro que llegaba a Tarifa pasando por Marruecos. Lo malo es que este ultimo ha dejado de estar en servicio hace menos de un mes.
A esto hay que sumarle que también por gaseoducto hay una interconexión con Francia. Podría servir de apoyo en momentos puntuales, aunque si las cosas vienen mal dadas por aquí, por allí tampoco es que estén mucho mejor. Por eso, lo habitual es todo lo contrario y que desde España se envíe gas al otro lado de los Pirineos. En segundo lugar, para asegurar el suministro hay grandes e importantes depósitos de esta materia prima. Tanto como para 40 días de consumo normal o 20 si son de los denominados de alta demanda (más de 2GW/día). Solo para hacerse una idea de si es mucho o poco hoy se están rozando los 1,8GW. A este ritmo estaría garantizado el suministro durante al menos 25 días. Situación bastante mejor que la del resto de Europa que tienen las reservas mucho más bajas y aún queda mucho invierno por delante.
Si hoy ya fuera febrero, con 40 días almacenados se podría estar muy, pero que muy tranquilos. El problema es que el consumo de gas se intensifica por momentos. Sube al mismo ritmo que bajan los termómetros y se empieza a tirar de las reservas de los depósitos… Más calefacción en las casas, mayor consumo industrial y lo mismo con la generación de electricidad. Se utiliza más gas para producirla y, por eso, se depende más del que llega en los barcos. ¡Auténticos piratas del s. XXI y sobran los motivos para llamarlos así! España es el país de Europa con mayor infraestructura para hacerlo. Sin embargo, el problema es otro: la falta de honorabilidad de los metaneros. ¡Cambian hasta 6 veces de rumbo para vender la carga al mejor postor! Así de sencillo y de complicado a la vez poder gestionarlo.
Cada año más de 280 buques metaneros descargan en España, pero para poder compensar la energía que ya no entrará por el gaseoducto de Tarifa serían necesarios entre 70 y 85 más.