En 2020 la red de carga se ha extendido tanto que ya el problema no es llegar a cualquier lugar en coche eléctrico sino el coste por recargar la batería en los puntos rápidos.
Viajar en coche no siempre fue tan sencillo. No hace tanto tiempo de los desplazamientos en 600 o mejor aún en 850. Algunos centímetros más para las piernas. En pleno agosto, sin aire acondicionado, lleno hasta los topes, la cinta de Julio Iglesias que suena una y otra vez, las maletas en la baca y un niño llorando. Interminables. Los tiempos de carreteras de doble sentido en las que adelantar era casi misión imposible y en las que el peor de los errores no era olvidarse de ir al baño antes de salir sino saltarse la gasolinera para repostar. Solo había una cada 50 kilómetros o más y el fallo se pagaba caro. Normalmente, bidón y paseo. La distancia entre Madrid y Valencia no se medía en kilómetros. Se hacía en horas y en estaciones de servicio.
Por cierto, casi todas eran propiedad de apenas tres compañías. Mucho han cambiado las cosas desde entonces, salvo que ahora se viaje en coche eléctrico. Casi medio siglo después se repite la situación. Regreso al futuro. Eso y lo del y cuánto falta es de las pocas cosas que siguen igual. Cada cinco minutos sin importar las películas que se hayan cargado en la tablet. Pues, como ha contado Jorge Morales de Labra, en Luz de cruce de COPE Valencia hasta hace un año era así. Todo el mundo hubiera coincidido en la inexistencia de una red de carga. Viajar impulsado por electricidad era casi una aventura. Sin embargo, en 2020 el cambio ha sido radical. La red de electrolineras y de puntos de recarga se ha expandido por casi todas las carreteras. Ya es posible llegar a casi cualquier lugar, pero el problema es a qué coste.
La diferencia del coste entre cargar el coche eléctrico fuera de casa o hacerlo en los enchufes del hogar puede ser 5 o 6 veces superior. Eso con suerte porque lo normal es que se multiplique por 12.
El formato de carga en casa con compañías como Próxima Energía en las que el precio del kW es el que tiene que ser funciona muy bien. Precios muy ajustados para un máximo ahorro para el consumidor. Ahí, las cuentas salen a la perfección. Las dificultades comienzan en los trayectos largos. Sí, durante los viajes con las llamadas cargas rápidas. A partir de los 50 kW la cosa cambia y más cuando se necesita almacenar la energía necesaria para recorrer 200 km o más en pocos minutos. Ahí, quizá se esté presionando en exceso los precios y disparando los costes. Se puede multiplicar fácilmente por 5 o 6 por respecto a las cargas domésticas en horario nocturno. Eso con suerte porque lo normal es que sea mucho más. Entre 12 y 20 veces superior. Sin duda, es demasiada diferencia, pero ahí no acaba la cosa. Puede ser aún peor.
Luego está ya el caso de los cargadores de los Ayuntamientos. Los que eran gratuitos hasta que de un día para otro dejaron de serlo. Casi sin avisar han pasado a cobrar 15 veces más de lo que cuesta realizar la carga en casa. Algo muy grave, porque su instalación ha sido subvencionada con fondos municipales. Por eso, es el momento de intervenir y asentar reglas que impulsen la tecnología que ya está revolucionando la movilidad. Lo han hecho en Francia o en Portugal y les va bastante bien. Allí, es obligatorio que cada operador de electrolineras las ponga a disposición de terceros. Y, además, en muchos casos el precio está tasado. Es decir, no pueden cobrar lo que quieran. Todo esto está fomentando la interacción entre empresas instaladoras y bajando los precios de las cargas rápidas. Sencillo y efectivo.
Si con el formato de carga lenta y nocturna en casa el precio suele rondar los 5 céntimos por kWh en las electrolineras lo normal es que sea de 60 o 70. Demasiada e injustificada diferencia.
Por supuesto, debe haber otras soluciones para que el alrededor de los 5 céntimos de euro que pagan los clientes de Próxima Energía por kWh al recargar las baterías en casa no se conviertan en 60 o 70 al salir fuera. La más básica es abrir las redes a la competencia. Más electrolineras teniendo en cuenta que la red eléctrica es única. Debe soportar la tensión, pero no falla: cuánto más se abra el sistema de recarga, mayor será el despliegue del coche eléctrico. Algo de gran interés y más si se tiene en cuenta que el 10% de los empleos en España están relacionados con la industria de la automoción. No es solo una cuestión de ahorro y comodidad. Viajar como antes debe ser una elección y no una obligación. Tanto como elegir la canción de Julio Iglesias más adecuada, pero hay que reconocerlo ahora suena mejor en Spotify.
