Contratos que se rompen como si tal cosa y barcos que nunca llegan a su destino con la mercancía… Lo cierto es que la falta de honorabilidad del mercado del gas recuerda mucho a los piratas.
Barbanegra, John Roberts, William Kidd, Samuel Bellamy, Anne Bonny y, por supuesto, ya en el cine el célebre Jack Sparrow… Los auténticos terrores de los mares del Sur y también del Norte. No había cargamento, hazaña o tormenta que se les resistiera. Siempre buscando un tesoro más valioso que el anterior. Con solo izar su bandera sembraban el pánico en cualquier océano. Oro, joyas, piedras preciosas o exóticas especias era su botín más preciado. Sin embargo, mucho han cambiado las cosas desde entonces. Los piratas del s.XIX no son los del Caribe sino más bien los que transportan gas. Capaces de cambiar de rumbo y dar la vuelta al mundo solo porque en otro puerto le ofrecen más dinero. Poco importan los compromisos y los contratos.
Si al otro lado del planeta hay más beneficio los rompen y los tiran por la borda. Quedan en papel mojado. Ni siquiera los meten en una botella. No es algo nuevo. Ya ha pasado varias veces en la historia reciente. En 2013, en 2017 y a principios de este mismo año durante el temporal de Filomena. Descargas programadas de buques que nunca llegan a realizarse. Barcos que salen de Trinidad y Tobago con destino Barcelona y que acaban en el Índico porque les ofrecen 20 euros más por MWh. Pasa mucho más a menudo de lo deseado. Eso sí, España tiene una ventaja frente a otros países de la Unión Europea. Tiene dos entradas naturales para esta materia prima. La primera por gaseoducto que, en realidad y por fortuna, son dos.
Al final el mercado internacional del gas depende de países geopolíticamente poco fiables como Rusia y Argelia que con sus decisiones pueden disparar no solo el precio de la materia prima, sino además los recibos de la luz.
Uno que llega directamente desde Argelia a Almería y otro que atraviesa Marruecos hasta Tarifa. Por estas vías entra en torno al 50% del gas que se consume en España. La otra mitad llega en estos barcos. Hay nada más y nada menos que 6 plantas desgasificadoras que permite cargar y descargar los buques. Así, se convierte de líquido, como viaja por los mares, a estado gaseoso para inyectarlo directamente en la red. Por tanto, existe una situación privilegiada, pero no exenta de ciertos riesgos. No solo por el transporte marítimo. También por la complejidad de las relaciones diplomáticas con el Norte de África. Mañana, sin ir más lejos, viaja hasta Argelia el ministro de Asuntos Exteriores para tratar de poner un poco de orden y asegurar el suministro.
Complicado por la particular Guerra del gas que está viviendo este país con su vecino. Grave problema porque, aunque más de la mitad del que viene de Argelia está más o menos garantizado la dificultad está en el restante. Marruecos cobra una comisión por el paso del gaseoducto y el acuerdo que está aún vigente acaba en unos días. Difícil está renovarlo por las tensiones entre ambos países. Hay que intentarlo como sea. En caso contrario, es decir, si se corta el suministro que llega hasta Tarifa los problemas para hacer frente al frío del invierno serán aún mayores. También para el precio de la luz que se verá arrastrado por el incremento del gas y eso podría poner en riesgo la recuperación económica tras la pandemia. Hay otras alternativas como la compra conjunta de energía para hacer frente a la situación y a los piratas.