La falta de transparencia con el gas tiene algo de sospechoso. El Gobierno interviene en las negociaciones, circula por un gaseoducto pagado entre todos y ¿nadie sabe el precio al que se compra? Beneficios caídos del cielo.
Mucho se habla de los beneficios caídos de las eléctricas, y está bien que sea así, pero muy poco de los del gas y no son menos importantes. Lo del agua a precio de champán también sucede cuando las materias primas energéticas están en estado gaseoso. Incluso es más curioso aún porque es el propio Gobierno el que participa de forma directa en las negociaciones. Aún hay más… Por supuesto, que es un sector estratégico, pero quizá por eso se echa de menos algo más de transparencia empezando por el precio. Pues en esas precisamente hoy están negociando en Argelia el contrato que lo trae desde este país directamente a España a través de gaseoductos. Tras 25 años en vigor, la casualidad ha querido que finalice el próximo 31 de octubre, en la mayor crisis energética de los últimos 40 años.
Mucha diferencia. Para que el gaseoducto de Almería pudiera compensar el cierre del de Tarifa casi tendría que duplicar su capacidad máxima para llegar hasta los 500GWh diarios.
Importante para garantizar el suministro de gas porque en torno a la mitad del gas que llega a España lo hace por estos dos gaseoductos: El más antiguo, el que cumple 25 años y entra por el Estrecho de Gibraltar cruzando Marruecos. El segundo tiene como destino Almería y lo hace sin intermediarios atravesando el Mar de Alborán. Lo que quiere Argelia es utilizar más este último y olvidarse del primero. Algo que no debería ser un problema si no fuera porque no les cabe el gas de los dos por la única tubería que quedará operativa. De momento es imposible, aunque está prevista una ampliación. Ahora mismo transporta 8 billones de metros cúbicos al año y a partir de enero podrá llegar hasta los 10. Así que en el peor de los casos todavía faltarían 4 millones de metros cúbicos más. Eso es muchísimo.
Importante, por tanto, la presencia institucional en las negociaciones. La otra mitad viene por vía marítima y el problema que tienen los barcos es su mercancía. El valor se ha multiplicado por 5 en los últimos meses. Hay muchísima tensión en el mercado internacional para adquirir el gas licuado que transportan. Por tanto, lo que se está tratando de averiguar ahora es si se va a tener suficiente gas o no en invierno y, sobre todo, si hay que depender o no de los barcos cuyo precio está completamente disparatado. Pues ya que va un representante oficial del Gobierno de España a negociar las condiciones de los contratos del gas habría que aprovechar para preguntar cuál es el precio al que se le compra. Uno de los secretos mejor guardados del sector energético y por algo será. Porque esa es otra…
Sí, mucho se ha hablado de los beneficios caídos del cielo de las eléctricas, y con razón, por cierto, pero poco se habla de las compañías del gas. Más que nada porque la materia prima que llega a través de esa gran obra de ingeniería es mucho más barata y, sobre todo, porque se ha pagado entre todos. Sí, se hace directamente a través de los recibos. Nadie sabe el precio al que se compra y eso no puede ser. Cuesta mucho menos que el que llega por transporte marítimo en barcos metaneros. Solo hay ligeras referencias. Y cuando se dice que mucho más bajo es que solo ha subido un 40% respecto del año pasado mientras que el de los barcos ha subido el 400%. La diferencia es notable y los beneficios de las empresas que traen también.
Gas y mar, puede ser una combinación peligrosa. Sobre todo, para el transporte marítimo y los contratos que lo traen hasta España. Y más si se cierra una de las entradas de esta materia prima por gaseoducto.
Así, lo que pasa es que compran gas a través de un gaseoducto a un precio desconocido, en cuya negociación intervine directamente el Gobierno de España, y resulta que se están forrando. Como ha explicado Jorge Morales de Labra en Julia en la Onda, porque luego lo venden al precio más caro que es el del barco. De este modo al venderlo a las eléctricas por barco en lugar del de gaseoducto. De ahí, además luego se traslada a la electricidad. Por tanto, el problema es doble. Por un lado, ahora mismo hay que garantizar el suministro. Y ahí tiene todo el sentido del mundo que intervenga el Gobierno al tratarse de un sector estratégico. En segundo lugar, está la cuestión del precio que a su vez incluye una tercera dificultad: transparencia. Y es que nadie sabe a qué precio se negocia el gas que circula por el gaseoducto.