2020 acabó con el recibo de la luz más barato de la última década. 2021 llegó con una subida del 17%. Bajó y ahora vuelve a subir el 12% por los derechos de emisión del CO2. ¿Cómo se repercuten en los recibos?

Lo de los derechos de emisión de CO2 tiene truco. En realidad, es otra especie de impuesto. Algo totalmente ficticio porque nadie va a comprarlo a ningún sitio. Tampoco a venderlo. La Comisión Europa cobra 40 euros a quien emita una tonelada de dióxido de carbono como algunas centrales eléctricas. Hasta ahí todo bien. Luego lo reparte entre los diferentes países. Llega incluso a aparecer reflejado en los Presupuestos Generales del Estado y eso está bien. Lo que no es tan correcto es quien termina pagándolo de verdad. Que pague más quien más contamine, dicen. Pero la realidad es otra. Siempre lo hacen los mismos. Aunque, en primera instancia, es cosa de las empresas que están sujetas al régimen de emisiones de CO2, y no son tantas. Al final, lo acaban repercutiendo directamente en los recibos.
La Unión Europea es líder mundial en la lucha contra el cambio climático y ya en el año 2005 puso en marcha un mercado de derechos de CO2 para controlar y reducir las emisiones.
Para comprobarlo tan solo hay que ver cómo se ha producido la electricidad durante el último mes. Las fuentes de energía que han participado en el mix eléctrico y en qué proporción. Tampoco hay que hacer una investigación muy profunda. Mucho más fácil que encontrar en la factura la tarifa que se tiene contratada. Es información pública y viene hasta en el propio recibo cuando se especifica el origen de la energía. Más de uno se va a llevar una sorpresa al verlo. Sí, porque si la luz ha subido un 13% en marzo y si la única causa es el incremento de precio de los derechos de emisión de CO2… todo parecería indicar que las fuentes más contaminantes son las que han tenido un mayor peso en sistema, ¿verdad? Incluso, aunque hayan duplicado su valor en los últimos meses no hay justificación posible. Aun así, parece demasiado.

Y aquí es donde viene la sorpresa. Más de la mitad de la energía producida en España durante el mes de marzo la trajeron las renovables. El 54% de la electricidad que llegó hasta los enchufes se generó con agua, viento y sol. Aun así, la subida en los recibos ha sido más que importante. De entre 6 y 8 euros por familia que no es poca cosa. Pues a todo esto hay que sumarle que además casi una cuarta parte tuvo su origen en centrales nucleares. Tienen sus desventajas, sobre todo en cuanto a la gestión de los residuos, pero hay que reconocer que tampoco emiten CO2 a la atmosfera. Ahora sí y tampoco hay que ser un genio en matemáticas que la responsabilidad la tiene el 25% restante. El que sí que se produce con combustibles fósiles contaminantes. Gas y carbón, en menor medida.
Potencia contratada, costes regulados y peajes, impuestos, y, por supuesto consumo … El recibo de la luz incluye más de 30 conceptos, pero de los derechos de emisión nadie dice nada de nada.
Tres cuartas partes de la producción eléctrica en España no tiene nada que ver con los derechos de emisión de CO2 y va y la luz sube un 25%. Pues no, no hay quien lo entienda. El problema está de nuevo en el mercado marginalista. El sistema de fijación de precios mayoristas que hacen que el precio final sea el de la última tecnología que entra en funcionamiento para poder satisfacer la demanda. Siempre, las más caras y también las más contaminantes. Gas y carbón que son las que más dióxido de carbono generan y las únicas que están obligadas a pagar los derechos por sus emisiones. Esos que han visto duplicado su valor y, por tanto, han aumentado los costes de producción de algunas centrales. Así, si el mercado funcionara de forma más razonable también habrían subido los recibos, pero en mucha menos proporción.

Cerca del 3% hubiera sido lo más lógico y eso es mucha diferencia. De este modo, algo que en principio solo debería afectar al 25% de la energía acaba afectando al total de la producción y tiene su repercusión en el recibo de la luz. Eso con independencia de si emiten CO2 o de si son limpias. Más beneficios para algunas tecnologías. Sobre todo, para nucleares e hidroeléctricas que se benefician de un incremento de precio que nada tiene que ver con ellas. Y, además, como ha explicado Jorge Morales de Labra en Cuatro al día de CuatroTV, al final todas lo acaban repercutiendo en los recibos. Tal cual, paguen o no por los derechos de emisión. Algo que como siempre acaban pagando los consumidores. Tampoco es fácil la solución. Ya se sabe que cambiar las reglas es más difícil que encontrar la tarifa en el recibo.