
Viajar sin contaminar: cómo planificar unas vacaciones energéticamente responsables
Toallas, bañadores, camisetas y pantalones cortos… puede ser un buen comienzo para hacer la maleta, pero lo que nunca se debe olvidar meter dentro es la eficiencia energética. Es posible disfrutar de las vacaciones y viajar sin contaminar si se sabe cómo.
Vacaciones y sostenibilidad no tienen por qué estar reñidas. Cada vez son más las personas que se preguntan cómo reducir su huella ambiental también cuando viajan. Y no se trata de renunciar al descanso, sino de tomar decisiones más conscientes. Desde el medio de transporte hasta el alojamiento, pasando por la forma en que nos movemos o consumimos en destino, hay margen para hacer las cosas mejor. Aquí van algunas claves para planificar unas vacaciones energéticamente responsables… sin perder el placer de desconectar.
Nadie va a salvar el planeta por elegir una pensión con placas solares en vez de un hotel con aire a 18 grados. Pero muchas pequeñas decisiones sí suman. Y en un momento en el que el turismo representa una parte significativa de las emisiones globales, empezar a pensar en cómo viajamos también es parte del cambio. Planificar unas vacaciones energéticamente responsables no significa renunciar al placer de viajar, sino hacerlo con los ojos más abiertos… y el termostato un poco más alto.
Transporte: el gran punto de partida
Lo primero es lo que más pesa en la huella de carbono de cualquier viaje es cómo llegar al destino. No todos los medios contaminan igual. No es ningún secreto… El avión sigue siendo, con diferencia, el transporte más contaminante. En trayectos de menos de 1.000 kilómetros, el tren suele ser la mejor alternativa en términos de emisiones. También lo es, cada vez más, el coche eléctrico, especialmente si se comparte entre varios ocupantes. Sin embargo, si no hay más remedio que volar, al menos conviene buscar vuelos directos. Menos despegues son también menos emisiones y compensar el CO₂ generado con programas fiables.
Alojamiento: dónde dormir también importa
El alojamiento es el segundo gran bloque. Cada vez hay más hoteles y centros turísticos que ya están aplicando medidas reales de eficiencia energética: sistemas de climatización inteligentes, placas solares, gestión del agua caliente, sensores de luz o reutilización de aguas grises. Elegir estos lugares, y comprobar que las certificaciones que muestran son reales, puede marcar la diferencia. Tampoco es difícil identificarlos. Algunas de las más usadas plataformas de reservas permiten filtrar por criterios de sostenibilidad o eficiencia energética. Eso sí, aunque no sean perfectas, son un buen punto de partida.

Viajar sin contaminar: cómo planificar unas vacaciones energéticamente responsables (2 de julio de 2025)
Desplazamientos en destino: menos motor, más piernas
Ya en destino, la forma de moverse también suma (o resta). Elegir caminar, usar la bici o moverse en transporte público ayuda a reducir emisiones y, de paso, permite conocer el lugar de otra forma más pausada, cercana y, muchas veces, auténtica. Se descubren rincones que pasarían desapercibidos desde un coche, se interactúa más con la gente local y se vive el viaje de manera más intensa. Muchas ciudades turísticas están impulsando la movilidad sostenible con bicicletas de alquiler, patinetes eléctricos, tranvías, funiculares y redes de autobuses cada vez más eficientes y accesibles. Cuanto menos motor privado, mejor.
Aire acondicionado, luces y hábitos: lo de siempre… también fuera de casa
Estar de vacaciones no implica dejar de aplicar lo básico. Usar el aire acondicionado con cabeza, apagar luces y aparatos cuando no se usan, no abusar del cambio de toallas o del agua caliente, y no dejar cargadores conectados innecesariamente. En verano, la climatización es uno de los grandes disparadores del consumo energético, y aunque no estemos pagando la factura directamente, sí estamos generando impacto. Todo lo que se enciende, se gasta. Y todo lo que se gasta, deja huella. Dejar el aire encendido todo el día “para que esté fresco al volver” o poner la calefacción en modo sauna en una ducha rápida puede parecer poca cosa… pero multiplicado por miles de turistas, es un problema real. La eficiencia también viaja en la maleta. Solo hay que acordarse de sacarla.
Elegir productos locales y de temporada
Una parte importante del turismo también pasa por lo que se consume. No solo se trata de moverse o de dónde dormir, sino de qué se come, bebe o se compra. Optar por productos de proximidad y de temporada no solo apoya la economía local, sino que reduce de forma directa el coste energético asociado al transporte, la refrigeración y la conservación de alimentos importados. Comprar mangos traídos del otro lado del mundo en pleno agosto puede parecer exótico, pero tiene detrás una huella de carbono nada despreciable. En cambio, apostar por lo que se cultiva o produce en la zona suele traducirse en más sabor, menos residuos y menor impacto ambiental. Además, es una forma sencilla de conocer la cultura local desde dentro. Comer lo que comen allí. Y hacerlo de forma más sostenible.