Entre las distintas estancias de una casa puede haber más de 3ºC de diferencia. Calor en el salón y frío en la habitación y la solución para conseguir una temperatura homogénea en todas cuesta menos de 10 euros.
Lo normal en muchas casas y, especialmente, en las de las abuelas. Grandes pisos con diferentes orientaciones y de forma general en las más antiguas. Habitaciones que dan al Norte y salones al Sur, que no están muy bien aisladas, o que al estar en la última planta del edificio están más expuestos a las inclemencias meteorológicas. Al sol en verano y a las bajas temperaturas, viento y lluvia durante el invierno. No hay forma de encontrar el confort térmico ni de equilibrarlo. En unas zonas de la vivienda hace un frío que pela y en otras literalmente uno se puede asar como en un horno o una sauna. Y lo peor es que, al final, uno ya no sabe muy bien lo que hacer: subir el termostato de forma general o reforzar con un radiador eléctrico aquellas áreas más frescas.
Esto último es lo más frecuente y ahí está la duda: ¿es peor el remedio que la enfermedad? En cualquier caso, lo que no puede ser de ninguna manera es acabar abriendo las ventanas, de par en par, para compensar. Tiene solución y, aunque es algo compleja, luego es fácil de poner en práctica. Además, también es bastante económica, pero en resumen lo que nunca se debe hacer es poner un calefactor eléctrico. Solo se deben usar para emergencias y en momentos puntuales. Por ejemplo, cuando se sale de la ducha y aún no ha dado tiempo a calentar la casa. Como máximo se deberían utilizar solo durante unos minutos porque con los actuales precios de la luz puede salir realmente caro. Sin duda, el sistema de calefacción más caro de todos y al que se suele recurrir con menor frecuencia. Más de medio euro por cada hora.
De auténtica locura si se multiplica por todas las que normalmente se utiliza. Por eso, la clave para solucionarlo se encuentra en los termostatos y válvulas termostáticas que no son lo mismo. Con estos elementos, como ha explicado Jorge Morales de Labra en 120 minutos de Telemadrid, lo que hay que hacer cuando hay diferencias significativas entre las diferentes zonas de una casa, es hacer distintas aportaciones de calor para cada una de ellas. En la mayoría de los casos el termostato suele estar en el salón. Por cierto, suele ser la estancia más cálida de todas, salvo contadas excepciones. De este modo, cuando se alcance la temperatura de consigna, por ejemplo, de 21ºC en las habitaciones que dan al Norte hará 18ºC. Eso, aunque la recomendación es de 19ºC para este invierno. Entonces la clave está en ir jugando con los termostatos.
Es decir, siempre que sea posible se debe poner en la zona más fría. Mejor si es inalámbrico, digital, programable y que se pueda controlar con el móvil. Después hay que instalar las válvulas en cada uno de los radiadores de la más cálida. Se pueden encontrar en cualquier ferretería. Los modelos más simples cuestan menos de 10 euros, aunque se recomienda que sean instalados por un especialista. Así, cuando se alcancen los 21ºC programados hará que siga fluyendo el agua por el circuito de calefacción, pero no el salón. Los regulará para que no siga elevando la temperatura. Evitará que se continúe generando un calor que no solo no se necesita ni utiliza, sino que además puede llegar a ser molesto y hasta un poco agobiante. Aparentemente complicado en teoría, pero mucho más sencillo de lo que parece en la práctica.