Ya se sabe… si no te saltan los plomos al menos dos veces al año es que se tiene más potencia contratada de la que se necesita y que por cada kW que se reduzca son 30 euros menos en la factura anual, ¿cuál es el mejor método para averiguarla?
Al que le gusta cocinar, lo sabe. No se deben poner todos los fuegos de la vitrocerámica a la vez, el horno, la campana extractora y, además, tener puesto el lavavajillas. El resultado será que se irán los plomos. También saben que hay dos formas de cocinar los alimentos. La rigurosa o exacta y la de las abuelas. La primera es seguir paso a paso la receta. Cantidades e ingredientes en su justa proporción. Ni más, pero tampoco menos. Los tiempos de cocción o asado exactos de reloj. El mejor ejemplo se encuentra en los robots de cocina. Todo medido y calculado con máxima precisión para obtener siempre el mismo resultado. No falla nunca, pero lo malo es que cuando falta alguno ya no se sabe improvisar. Luego se puede hacer lo mismo con el modo de a ojo de buen cubero o de te lo va pidiendo…
Y con la potencia contrata pasa un poco lo mismo. La forma más precisa de hacerlo es con un medidor profesional o monitor. Tecnología para controlarla, pero también se pude hacer con el método tradicional. Ya se sabe… si no saltan los plomos al menos dos veces al año es que se tiene más potencia contratada de la que se necesita. En caso contrario esa es la señal de que toca revisarla. De lo que nunca hay que fiarse es de la información que al respecto aparece en la factura. Allí entre toda la información que proporciona aparece un dato que puede llegar a confundir a los consumidores: la potencia máxima alcanzada en un periodo de tiempo concreto. Lo normal es que sea de un año. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado al interpretar este dato. Suele ser más alto del que debería y eso sorprende a muchos.
Así, es probable que si se tienen 5 kW de potencia contrata en la factura pueda aparecer de máxima tranquilamente 6 o incluso más. ¿Cómo es posible esto? Muy sencillo, lo que aparece escrito en el recibo es la potencia instantánea. No es lo mismo y por eso es posible que no se haya disparado el ICP en ningún momento. El motivo es que los plomos no saltan de forma automática en cuanto se supera el límite. Funciona con una combinación de cantidad excedida y tiempo. Cuanto mayor sea la primera menor será la segunda. Es decir, si se llega a 5,1 kW se puede estar así durante horas sin que se note o pase nada, pero si por el contrario se llega a 6 kW la cosa cambia. Transcurridos unos minutos o unos segundos se irá la luz. Por este motivo, no es una indicación realista.
Por eso, lo más preciso es instalar un monitor que permita ver el consumo real en cada momento del día. Exacto y preciso. El problema es, como con los robots de cocina, el precio. Entre 150 y 200 euros y el máximo ahorro que se puede lograr es de 30 euros por cada kW que se consiga reducir. Por tanto, en la mayoría de los hogares no compensa del todo la inversión. Hay que echar bien las cuentas porque eso quiere decir que se tardaría en amortizar al menos 6 o 7 años. Eso sí, tiene mucho más sentido en empresas y es importante. Sobre todo, porque se calcula que por el exceso de potencia que no se necesita se paga a las redes eléctricas más de 1.000 millones de euros al año. Cantidad que de una manera o de otra lo van a seguir cobrando, aunque se revisen.