Quién lo iba a decir, pero cosas tan sencillas como los termostatos pueden ser un arma poderosa no solo para controlar el consumo. También para reducir la dependencia energética del gas de Rusia.
No es la solución definitiva, pero es aportar un granito de arena. De eso se trata porque ya se sabe que al final una playa está formada de millones de esos pequeños trocitos de tierra. Uno a uno, al final todos van sumando. Por eso no deberían haber sorprendido tanto las declaraciones de Borrell en las que pide bajar un grado o dos la calefacción para reducir la dependencia del gas de Rusia. En realidad, se refería a esto mismo:
“… tener una actitud responsable ante esta situación … También de llevar al ánimo de los consumidores que cuánto menos se dependa de la energía y de Rusia mucho mejor para que el conflicto se pueda solucionar lo antes posible.” Teresa Ribera Rodríguez. Ministra para la Transición Ecológica.
Las cifras también lo confirman. En España el consumo de gas para calefacción supone alrededor del 15% del total. Además, bajar un grado, solo uno, supone un 7% menos de factura. Por tanto, si todos los españoles hicieran caso de estas indicaciones el consumo nacional apenas se vería reducido en el 1%. Puede parecer poco, pero el gesto es enorme. Eso sin tener en cuenta las ventajas para el bolsillo y el ahorro con los precios actuales de la energía.
Y el principal arma para conseguirlo es el termostato… El problema es que aún hay muchas casas en las que no están presentes. Así, la calefacción solo tiene dos posiciones: encendido y apagado. Esto no puede ser de ninguna de las maneras. Por lo menos hay que tener el modelo más económico. Sí, el de la ruedecita en la pared. Tampoco es que sea el más recomendable, pero es mejor que no tener nada. De algún modo hay que poder controlar el gasto y la temperatura. No es tan extraño ver casas en las que la calefacción está permanentemente a toda castaña. A 27ºC o incluso más. Casi como en la playa en una tarde de julio. Eso es una barbaridad. Lo mejor es siempre a 21ºC como máximo o 20ºC, como dice ahora Borrell.
Pues esta sencilla solución no llega a costar ni 10 euros. Aún hay más. El siguiente nivel es un poco más sofisticado, pero también bastante barato: termostato programable semanalmente. Así se tiene la posibilidad de poner una temperatura diferente para cada una de las horas del día. Por ejemplo, durante la noche no hace falta poner 21ºC si uno se tapa bien. A 18ºC se puede estar perfectamente. Eso sí, hay otra cosa aún más importante. Si no se está en casa lo mejor es siempre apagar la calefacción. Y es que existe el falso mito de que así se mantiene mejor la caldera o que a larga se ahorra. De eso nada de nada. En términos de eficiencia energética, aunque solo sean 5 minutos para bajar a comprar el pan, habría que desconectarla. A simple vista puede ser un poco incómodo, ¿verdad?
En España el consumo de gas para calefacción supone alrededor del 15% del total y bajar un grado todas las calefacciones lo podría reducir un 1% más.
Por eso, como ha explicado Jorge Morales de Labra en La hora de La1 de TVE, aún queda una alternativa más. El nivel superior es llevarlo siempre en el móvil. Termostato conectado a través de internet para controlarlo en cualquier momento y lugar. Adiós a los olvidos y a los agobios por haberse dejado la calefacción encendida. También para encenderla un poco antes de llegar a casa. Todo a través de una sencilla app del móvil. Máxima comodidad para controlar el gasto económico y el consumo energético. Es cierto que es un poco más caro, alrededor de 90 euros, pero a los precios actuales de luz y gas se amortiza antes de lo que se piensa. Menor dependencia del gas de Rusia, aunque en España solo represente el 8% del total.