Está lleno de misterios. Ni enfría antes por poner la temperatura del aire acondicionado más baja ni gasta tanto como se piensa, si se usa bien, pero… ¿por qué da la sensación de que en algunas habitaciones se necesita más frío? ¿Influye el tamaño?
Curioso lo del aire acondicionado. Sigue trayendo de cabeza a la mayoría de las personas. No se entiende muy bien cómo funciona, pero se sabe que se necesita. Sencillamente se enciende en cuanto empiezan a subir los termómetros y ¡listo! Frescor casi instantáneo. El problema es que fruto de ese desconocimiento se generan algunas dudas. Para empezar, no es tan caro como se piensa. El problema es que no hay nada con lo que compararlo. Es más, si en vez de para producir frío se utiliza en invierno para dar calor… se convierte en uno de los sistemas de calefacción más eficientes. Sí, como suena, pero siempre que se utilice de forma correcta. Por ejemplo, tampoco es cierto que enfríe antes por poner una temperatura más baja en el termostato o que gaste menos estando todo el día encendido, aunque no se esté en casa. Todo afecta al consumo.
La temperatura de confort del aire acondicionado, aquella en la que se encuentran cómodas la mayoría de las personas está entre 24ºC y 26ºC, aunque depende de la ropa y de la actividad que se desarrolle.
Incluso utilizándolo bien algunas veces se producen ciertos fenómenos extraños. En ocasiones puede dar la sensación de que en habitaciones grandes hace falta menos temperatura que en las pequeñas. O más bien al revés. Cosas curiosas porque en salones y salas de estar se podría estar cómodo incluso bajando el termostato hasta los 23ºC porque es algo que depende y mucho de la actividad que se realice. Lo determina más esto último que de cualquier otra cosa.
La temperatura de confort no es algo que se determine de forma caprichosa, ni mucho menos. Todo lo contrario. No se deja al azar. Hay un montón de estadísticas y estudios. De hecho, existe una norma internacional para fijar las de los espacios públicos y se hace de forma científica. Se deja un tiempo a diferentes personas en una habitación sin que sepan la que hay en el interior y se les pregunta cómo se sienten. Si tienen frío o calor y se sacan estadísticas. Y esa sensación de confort depende de un montón de cosas empezando por la ropa.
También de la actividad que se vaya a desarrollar y ahí está la explicación. ¿Por qué normalmente se puede tener más temperatura y llegar a los 27ºC para dormir y, sin embargo, en el salón no y hay que bajarlo a 23ºC? Sencillo. En esta última estancia de la casa suele haber más movimiento, salvo que se eche la siesta en el sofá. Cuanta más acción se desarrolle, la temperatura debe ser mayor. Así de sencillo y el mejor ejemplo se puede encontrar en los gimnasios.
En este tipo de espacios en los que se desarrolla actividad física intensa no se pondría nunca 27ºC. Evidentemente sería imposible entrenar en esas condiciones. Enseguida aparecerían los golpes de calor y otros síntomas de malestar. Se necesita menos todavía. Mucho mejor a 24ºC, pero así el personal de recepción tendrá frío y tendrá que abrigarse más que los deportistas. Tiene lógica, ¿verdad? Por este motivo, siempre hay que conjugar las tres cosas: temperatura, ropa y actividad física que se esté desarrollando en ese momento en cada tipo de habitación.
Importante en la factura porque está demostrado que bajar un grado la temperatura del aire acondicionado puede suponer un 8% de aumento en la factura. También de descuento si por el contrario se sube en el termostato.