No paran de subir. El barril de petróleo vuelve a estar por encima de los 90 dólares y ya se nota en las gasolineras. Llenar el depósito ya es más caro que cuando estaba el descuento de los 20 céntimos. ¿Debería regresar?
No era solo cosa de las vacaciones. La época del año en la que más se viaja por carretera, o en cualquier otro medio de transporte, y en la que más aumenta la demanda. La vuelta al cole ha llegado. Se nota en las temperaturas porque ya no hay quien se meta en la piscina y lo dicen las clases de matemáticas. Este verano ha costado 6,20 euros más llenar el depósito de gasolina y hasta 11 más el de diésel. Bajan los termómetros, pero los carburantes siguen subiendo. También porque hoy se está pagando mucho más que hace apenas 365 días incluso sin contar con el descuento de los 20 céntimos al combustible. Además, es evidente que hay más incertidumbre sobre la evolución del precio del petróleo, aunque en realidad siempre la ha habido. De modo que si se sigue dando esta tendencia alcista del barril de Brent…
Al menos debería plantearse el regreso de esta ayuda o alguna de otro tipo por una razón muy sencilla: para amortiguar el efecto negativo que la subida de los carburantes tiene en los consumidores ya sea directa o indirectamente.
Importante, porque empieza a no quedar más remedio. No hay mucho más. Cualquiera que necesite coger el coche para ir a llevar a los niños al colegio o para ir a trabajar, como sucede a millones de personas en España, lo nota en sus bolsillos. Tiene un alto impacto en las economías familiares. Además, en un momento complicado. Justo tras las vacaciones. Por cierto, las más caras de la historia. También en plena vuelta al cole con todo lo que supone en gasto y en un periodo de alta inflación continuada en la que la mayor subida se la llevan los alimentos y otros bienes básicos. También consecuencia del precio de los combustibles y de la energía en general. Por todos estos motivos, de continuar este ascenso en el mercado del petróleo, y por extensión al diésel y la gasolina, se hace necesario volver a tomar medidas.
Puede ser el regreso de la de los 20 céntimos o cualquier otra fórmula, pero algo hay que hacer. Eso sí, siempre teniendo en cuenta que en el momento en el que se puso en marcha hubo un gran debate. Es decir, sobre si el descuento debía de aplicarse a todos los consumidores por igual. Lógicamente para la mayoría de las personas no es lo mismo que la ayuda fuera la misma tanto para llenar el depósito del Ferrari para pasear o para ir a trabajar en un utilitario. Por supuesto, que no es lo mismo y, además, a Europa no le gustan nada este tipo de medidas por ser una subvención estatal que rompe con las reglas del mercado común. Da ciertas ventajas competitivas. Tampoco gusta en Bruselas precisamente por no ser regresivo y por el elevado coste. De 20 en 20 céntimos al final…
La factura asciende a miles de millones de euros. Sin embargo, sus efectos son innegables. Ya pasó antes con la electricidad y la rebaja de sus impuestos. El incremento de la factura de la luz se paga por partida doble. Lo que los economistas llaman inflación de segunda ronda. Es decir, la que se paga en casa y luego también en el supermercado con la que se va añadiendo a todos los productos y servicios que se adquieren. Así, afecta a todos los consumidores. Por supuesto, que se puede discutir si es el mejor modelo o hacerlo por nivel de renta, pero tiene su dificultad técnica. No es sencillo llevar la declaración del IRPF a la gasolinera. Tampoco es fácil poner una medida rápida e inmediatamente que tenga como resultado suavizar los perjuicios de la subida de los carburantes. Otros países han tenido medidas similares y se nota su efecto.
