Países que no tienen yacimientos y se convierten en exportadores; que lo compran a cualquier precio; barcos que no llegan nunca… la crisis energética está produciendo algunas curiosidades en el mercado del gas que explican sus altos precios.
Y, además, las sanciones y penalizaciones no parecen la mejor solución porque los podría hacer subir aún más. Demasiada competencia. La demanda es alta. Muchos países necesitan gas para sus procesos productivos y pocos son los que lo tienen en su propio territorio. De entre todos destaca China. El mayor comprador del mundo y el que más depósitos tiene para almacenarlo. Imprescindible para la industria y, probablemente, el que más paga para conseguirlo. Hasta el punto de pagarlo, literalmente, a cualquier precio como solicitó a sus compañías gasistas hace bien poco. Y, claro, esto tuvo sus repercusiones en los mercados. Conseguir gas en cualquier lugar del planeta se complica. El dinero manda, pero ahora todo eso ha cambiado. Tienen ya tanto que lo que están haciendo es revenderlo. Les sobra y además no dejan de recibirlo desde Rusia y a muy buen precio.
Por tanto, si habitualmente ha sido uno de los mayores importadores … en el último año le ha dado la vuelta para convertirse en exportador indirecto porque el gas no es suyo. No tienen yacimientos en su territorio ni nada parecido. Es gas que ha comprado por otras vías. Lo aprovecha para hacer negocio e, incluso, lo almacena fuera de China, por ejemplo, en algunos países de África.
Lo más preocupante en esta nueva situación es cuánto se va a pagar en España por el gas. Entre lo que compra china a Rusia barato que luego lo vende más caro; los buques metaneros que no acaban de llegar a los puertos a pesar de tener contratos; los cortes de suministro… Al final todo se termina incluyendo en las facturas de los consumidores. Desde hace tiempo se está avisando que en España iba no habrá problemas de suministro para este invierno, pero que la cuestión es de precio. Caro y, además, la dificultad para abaratarlo es evidente. El gas natural solo puede llegar mediante dos vías: a través de un gaseoducto o por barco. No hay otra manera de hacerlo. Hasta el año pasado la mayor parte del gas se recibía por esta primera vía.
Sin embargo, uno de los que lo traía desde Argelia se ha cerrado recientemente, el que atravesaba Marruecos. El resto lo hace en barco. Muy caro y más desde que Rusia ha cortado el suministro a Alemania. Por tanto, todos los países lo están tratando de comprar por vía marítima y eso dispara el precio. La dificultad con el GLP es evidente. No hay tanto buque metanero como se necesitaría.
Por eso, los problemas que se están viviendo en Bilbao, con barcos que nunca llegan a puerto, no es solo cosa de España. Pasa en un buen número de países de Europa. Es la práctica habitual. Como ya se ha visto en otras ocasiones pueden modificar el rumbo hasta cuatro veces y aquí no ha pasado nada. Tampoco se puede hacer gran cosa, aunque no son pocos los que solicitan una regulación europea y una política de sanciones por incumplimiento de contratos. Es complicado porque al final es el propio mercado el que se lo lleva por delante. Las compañías responsables del transporte pagan las penalizaciones y aún así les sigue saliendo rentable el negocio. Ganan mucho dinero… Más difícil todavía cuando esta misma semana la Comisión Europea ha evitado poner un límite al precio del gas.
Algo de lo que se habló hace ya tiempo, junto con las compras conjuntas, pero que ha quedado en nada. Todo porque se sabe que en estos momentos el gas natural licuado es absolutamente esencial. Las consecuencias de dejar de comprarlo serían muy negativas para la economía. La única alternativa que queda son los metaneros y nadie quiere jugársela en estos momentos. Así que hay que tener mucho cuidado con cualquier intervención que se quiera hacer en este sentido. Podría llevar a una situación de desabastecimiento porque no solo Europa compra gas. También lo hacen otros muchos países y eso nos lleva de nuevo a Japón, Corea del Sur y a China.
