Enemigos íntimos en un combate muy igualado por el título mundial de los beneficios caídos del cielo. Por eso las eléctricas proponen un acuerdo a las gasistas para repartirlos antes de que sea demasiado tarde.
El combate del siglo no fue el de Muhammad Ali contra Joe Fraizer. Cuando uno pensaba que ya lo había visto todo siempre hay algo que lo supera. Tampoco el de los catorce rounds entre Larry Holmes y Ken Norton o el que enfrentó a Sugar Ray Leonard con Roberto Durán II. De hecho, la pelea del siglo está por llegar y no tendrá lugar en un ring de boxeo. Más sorprendente aún que la victoria de James Douglas frente a Mike Tyson y se celebrará en un despacho. Eso sí, el premio es de los grandes: los beneficios caídos del cielo están en juego y no son pocos. Milmillonarios ingresos a los que nadie quiere renunciar. Por eso, a la izquierda del cuadrilátero se encuentran las eléctricas y a la derecha… ¡las gasistas! Enfrentamiento igualado donde los haya. Enemigos íntimos o imperfectos aliados en una guerra cruzada.
Difícil predecir el desenlace, pero lo único que está claro es que ninguna quiere perder. Por eso, antes de que comience y el daño sea mayor, las eléctricas han puesto sobre la mesa, o más bien sobre la lona, una sorprendente propuesta. Empate a los puntos antes de empezar. Proponen el siguiente acuerdo: perder las dos, pero con el mínimo impacto en sus cuentas de resultados. Es decir, que las gasistas bajen 10 euros/MWh el precio del gas para que las segundas puedan hacer lo mismo con el de la luz en otros 25 euros. Sencillo y efectivo, pero, en realidad, encierra una estrategia mucho más elaborada y compleja. Tratan de hacer ver que no son las únicas que tienen beneficios extraordinarios. En el gas también los hay, aunque sean menos conocidos.
“Se pueden bajar impuestos, aumentar las ayudas, pero si no se actúa sobre el origen, el disfuncional funcionamiento del mercado … poco margen hay para amortiguar, proteger, y hacer un reparto más equitativo de las consecuencias económicas de la guerra”. Pedro Sánchez.
La mayor parte del gas que llega a España lo hace directamente desde Argelia a través de un gaseoducto, como ha recordado Jorge Morales de Labra en La brújula de Onda Cero. Por cierto, últimamente está muy de actualidad por otras cuestiones geopolíticas. También el precio al que se vende ha subido un montón. Se ha duplicado al estar vinculado al del petróleo. Sin embargo, el incremento ha sido mucho menor que el que ha sufrido el gas que llega a través de buques metaneros. Este último se ha multiplicado por 6 en menos de un año. Por este motivo, la única empresa que lo gestiona está teniendo enormes beneficios. Sí, se lo está llevando crudo con el gas porque lo compra “barato” y lo vende caro a las eléctricas para que produzcan electricidad.
También la generan las propias gasistas y lo hacen con una gran ventaja competitiva. Tienen sus propias centrales de ciclo combinado. Eso sí, con unos costes de producción 3 veces inferiores. Las eléctricas lo han visto claro y anticipándose a cualquier medida que pudiera salir del Consejo de Europa les han propuesto un acuerdo. Repartir un poco el pastel antes que se lo quiten del todo. Es decir, que ambas ganen un poco menos para tratar de evitar que se imponga un límite con un precio más bajo. Mucho mejor hacerlo así en vez que sea un tercero quien decida como deben ser los beneficios caídos del cielo. De momento no ha cuajado la idea y habrá que esperar a que se concreten las medidas para ver cómo les ha salido la jugada.
Importante. Por eso, la clave está en el precio de referencia que finalmente se establezca para la generación eléctrica. Si se fija lo más cerca posible del precio habitual de 50 euros/MWh se eliminarán de golpe todos los beneficios caídos del cielo. Buenas noticias para los consumidores. Sin embargo, si finalmente el precio de la luz se topa en torno a los 200 todo se quedará en una oportunidad perdida. Sería algo más barato que el de hoy que es de 260 euros por MWh, pero apenas se notaría en las facturas. Eso, mientras eléctricas y gasistas verían como siguen engordando sus cuentas de resultados. Por tanto, combate igualado en el que nadie, por supuesto, quiere ser el primero en tirar la toalla.