Hay veces en las que se le da demasiadas vueltas a las cosas y en ocasiones la solución más efectiva es la más sencilla. Incentivar el ahorro, penalizar el exceso… cuando lo más fácil es regularlo con termostatos.

Infinidad de medidas y propuestas para ahorrar energía, pero la mayoría son de difícil aplicación. El objetivo está claro: reducción del consumo del 15% en toda Europa, salvo en España que será del 7% y, además, el 5% en los horarios punta y de máxima demanda. Complicado. Casi tanto como se presenta el invierno. Sobre todo, en lo que se refiere a los precios y eso que ha bajado el del gas bastante en las últimas semanas. Ya no le afectan ni los cortes de gas de Rusia. En los últimos 15 días ha pasado de casi 350 euros/MWh a menos de 200. Algo que no pasaba desde principios del mes de agosto y, a partir de ahora, se espera que se mantenga la tendencia. Baja y mucho, 40%, pero sigue siendo muy alto. 10 veces superior al de hace un año porque lo normal es que sea de 20.

Por suerte, este precio del gas no se traslada directamente a las familias y a los consumidores. Sin embargo, eso no quita que muchas sean las personas que en estas fechas estén recibiendo cartas de su comercializadora de gas con avisos de actualización de tarifas. Así, en muchos casos, están multiplicando hasta por 5 la estimación del gasto para la calefacción de este invierno. De 500 euros se puede ir fácilmente hasta los 2.500 si se cuenta con la modalidad de contratación adecuada. Eso sí, a pesar de los altos precios, lo que no se espera, al menos en España, es falta de suministro. Habrá gas, pero el problema será poder pagarlo y eso que ya se ha rebajado el IVA en todas las facturas. Del 21% al 5% y aun así no va a ser suficiente.
Con solo bajar un grado en el termostato el ahorro es inmediato. Del 7% en la factura. Además, en España el consumo de gas para calefacción supone alrededor del 15% del total y con este sencillo gesto se podría reducir un 1% adicional.
Por eso, no hay gobierno en Europa ni tampoco partido político que no esté aportando posibles soluciones. Muchas y muy diferentes. Unas premian el ahorro y otras penalizan el exceso, pero todas tienen algo en común; son de muy difícil aplicación. Sobre el papel funcionan y luego no se sabe muy bien cómo se podrían poner en práctica. Casi imposibles, pero a veces se olvida que lo más sencillo es lo que puede solucionar el problema. En este sentido, una buena media podría ser la financiación pública de termostatos inteligentes. Fácil y efectivo. No es algo extraño. Ya se ha hecho antes para incentivar la compra de electrodomésticos más eficientes o, incluso, para la instalación de paneles solares. Es solo darle una vuelta más a la idea.

Tampoco es inventar la rueda. Más bien lo contrario. El modelo más extendido para regular la temperatura es, precisamente, la clásica ruedecita en la pared. Antiguos y fallan más que una… Imprecisos, no son capaces de mantener una temperatura homogénea y, además, no suele coincidir con la de consigna. No es una broma. Luego están los que la usan, pero no la regulan en ningún momento. Siempre igual cuando por las noches se puede bajar bastante respecto al día. Cierto que los modelos más avanzados tienen un cierto coste, pero las ventajas son grandes. A partir de 90 euros hay modelos programables y que hasta se pueden controlar con el móvil. Eso sí, el ahorro es casi inmediato. Sencillamente porque la gente lo va a usar porque pagará mucho menos. De forma natural, sin premios ni castigos y bastante más efectivo que cualquier otra medida.